Una periodista de El Punt Avui en Villanueva de Sijena

Artículo publicado hoy en «El Punt Avui» sobre Villanueva de Sijena: «Un poble que espera«, escrito por María Palau. La periodista se sorprende de no ver a nadie por la calle a las cuatro de la tarde. Ella misma señala que hace calor. Búscame un pueblo, donde quieras, en el que haya gente a finales de julio por la calle a las cuatro de la tarde, con el calor. Todos los de pueblo nos descojonamos vivos con las recomendaciones que hacen las administraciones públicas sobre cómo protegerse de la chicharrina para el verano: estamos convencidos de que solo les hacen falta a los urbanitas.

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Anécdota aparte (bueno, anécdotas: la de que solo encuentre hombres en el bar echando la partida a esa hora también es para enmarcar), debo decirle a esta periodista que cuantos más artículos se escriban con el tono de éste, más reticencias se encontrarán los de su gremio a la hora de entrevistar a la gente de Villanueva. Acabarán diciendo que los de los pueblos somos gente oscura que no quiere hablar; y no se preguntarán por qué.

Hay material abundante en su reportaje para señalar y comentar en este sentido (todo lo referido a las obras en el monasterio es muy sabroso, por ejemplo), pero solo me centraré en una cosa: los vecinos, dice María Palau, reconocen que solo han visto las 44 obras que se guardan en el Museo de Lérida «por fotografías»; y Lérida, apostilla, está «a menos de una hora».

La interpelo yo ahora directamente a ella: María, ¿tú has visto esas obras? Porque si es así, te felicito: los mortales comunes y corrientes, aunque seamos investigadores de Historia del Arte, no podemos hacerlo. Los vecinos de Villanueva, que efectivamente tienen la ciudad de Lérida y su museo a menos de una hora, tampoco. Excepto siete, el resto están en las reservas, ocultos a la vista del público y de los estudiosos (que tampoco pueden acceder al archivo), desde que entraron allí en 1970. La mujer del bar a la que has entrevistado, seguramente no habría nacido en esa fecha. Y los villanovanos que nacieron antes, solo las pudieron ver (y no todas) en 1993, en el corto periodo en que fueron expuestas en una muestra denominada “Pulchra” que conmemoraba el centenario de la fundación del Museo del Seminario de Lérida, adonde fueron a parar.

Ese museo, por aquellas fechas, ni siquiera podía denominarse tal. Tenía algunas piezas expuestas en las escaleras y el primer piso del Palacio Episcopal, sin horario estable de apertura al público ni condiciones. Un museo como tal, en Lérida, solo lo hubo de 1920 a 1936, aproximadamente. Y ahora, desde 2007. Menos lobos. Había que ver a los vecinos de Villanueva de Sijena, esos que no tienen a nadie por la calle en julio a las cuatro de la tarde, y donde no se ve a las mujeres jugar la partida de cartas en el bar a esa misma hora, y que fían su desarrollo a la llegada de unas piezas que serán el maná que les va a rescatar de la miseria, que ni las Hurdes, a un monasterio que abre solo unas horas los sábados, donde todo el mundo es sospechoso, donde hay un solo operario que está preparando a correcuita la sala donde se han de recibir las piezas, etc.; decía, había que ver a esos vecinos yendo a Lérida en 1993, en la única ocasión que se les dio de ver las piezas que había en ese sedicente museo procedentes de Sijena, identificándolas por la memoria o por lo que decía el catálogo, porque sí, algunas ni siquiera los nacidos antes de 1970 habían visto, pues eran de las monjas y no todas estaban a la vista.

Siguieron sin estarlo. Siguen sin estarlo hoy. Las hay que llevan más de 45 años sin exponer, muchos más, aunque solo se reclaman las que salieron del monasterio en 1970 y fueron vendidas ilegalmente en 1983, y que la mayoría, es verdad, nunca han visto. Pero no porque los de Villanueva de Sijena no quisieran: el desinterés, la desidia, la dejadez en su misión de divulgar las piezas del patrimonio de uno de los monasterios más importantes de nuestra historia, ha sido cosa de los del Museo de Lérida. Ciudad en la que, por cierto, tampoco se ve mucha gente por la calle en julio a las cuatro de la tarde. También ellos saben resguardarse del calor.

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3 respuestas a Una periodista de El Punt Avui en Villanueva de Sijena

  1. Xavier dijo:

    Los estudiosos si pueden ver las obres ocultas que dices que hay en el museu de «Lérida». no lo has intentado?
    Por cierto, y por lo que ho leo, que no haya nadie a las 4 de la tarde en un pueblo como dices es normal, por ello no hace falta criticar una descripción introductoria son malícia como si fuera xenofobia.

    • Inde dijo:

      Lo he intentado. Aún estoy esperando la respuesta. Otros lo han intentado antes que yo, con el mismo resultado.
      El asunto de las cuatro de la tarde de por sí no es relevante, en efecto. Simplemente es un detalle que ilustra el tono general del artículo, que podría derivar hacia una cosa o hacia otra. Deriva hacia un mensaje: en el pueblo las obras ni se conocen, pese a que están tan cerca (ergo, no les interesan), pero las reclaman porque piensan que va a ser el maná y les van a atraer dinero. No hay calificativos, es cierto, pero se construye un retrato de situación. Se podría haber hecho otro, perfectamente, partiendo de que a las cuatro de la tarde no hay nadie en la calle: es un pueblo pequeño que ha luchado desde hace veinte años por recuperar un patrimonio que consideran suyo porque nadie mejor que ellos conoce, quiere, vive y ha vivido la realidad de ese monasterio. Con sus luces y sus sombras, que de todo hay, como en cualquier otra parte del mundo.
      Yo creo que la periodista se ha acercado a Villanueva con una idea preconcebida. Y me dolió esa apreciación: no conocen las piezas más que por fotografías, cuando Lérida está a una hora de allí. Solo pueden conocer siete piezas. Las demás no se exponen ni se han expuesto nunca, sólo en esa ocasión de 1993. ¿Cómo las van a conocer?

      • Inde dijo:

        Y bueno, no hace falta entrecomillar Lérida. Se dice así en castellano y Lleida en catalán, las dos formas son igualmente válidas. En catalán se dice Saragossa, Osca y Terol y tampoco pasa nada. La lengua no es ni debe ser un arma arrojadiza.

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