Calendario 2025 Arte Aragonés Invisible

Os dejo un calendario para el próximo año que entra ya mismito, con una selección de 12 obras de arte medieval aragonés <<invisible>>, porque se halla en los almacenes de grandes museos y no se exponen. Son obras excelentes y es una pena que no se puedan ver; algunas tan destacadas como el retablo de la Virgen de Sijena, comprado por la Junta de Museos de Barcelona en 1918 y que ha figurado en el MNAC, hasta hace poco, como una de las obras más señaladas del periodo gótico. Y ahora, pues nada, ha ido a parar al almacén.

Cada mes muestra una obra. Las de este año están en el MNAC, pero hay muchas más en este y en otros grandes museos. Porque ese es el problema: que las reservas atesoran gigantescas cantidades de obras de arte que nunca se ven; que ni se exponen ni están en sus lugares de origen. Y eso es un sinsentido sobre el que alguna vez tenemos que hablar…

Son dos calendarios: uno de pared y otro en tamaño A5, para encuadernar si os apetece. Espero que os guste y os acompañe todo el año. Un 2025 que espero que sea muy feliz para todos.

https://drive.google.com/drive/folders/1yrkSbL-FPFkMlF0aPiKHJhO9Zu3lG2jx?usp=drive_link

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¿Dos piezas catalanas entre los bienes de Barbastro?

¿De verdad se han traído a Aragón, al Museo de Barbastro, desde el Museu de Lleida, dos piezas de procedencia catalana? Eso es lo que se ha dicho en redes, en algún programa de TV, algún medio digital… Les dejo un ejemplo, de la revista «El Temps de les Arts», y analizamos después los dos casos:

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Habrá que ver qué dice el Supremo, afirma el autor (Albert Velasco), porque es una de las cuestiones que más hacen cuestionar (sic) la imparcialidad del juez que ha juzgado (sic) el caso. Hay pruebas muy concluyentes, dice, que certificarían que estas piezas son de «las iglesias leridanas de Montagut y Vall-llebrerola, tal como demostró Carmen Berlabé en su tesis doctoral (2009)». Y pone link a la tesis. Ni hay pruebas de certifiquen esa procedencia ni la tesis de Berlabé demuestra nada, como veremos.

Las dos piezas en cuestión son un sagrario del siglo XV y un frontal de altar de seda del XVI. Vamos con este último, una obra que procede de Montanuy (Huesca) y que ahora se afirma que es de Montagut (Lleida). Es este:

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En su libro «Del Museu Diocesá al Museu de Lleida» (2028), Berlabé aduce que se produjo una confusión durante el traslado de los bienes del Museo de Lleida durante la guerra; que en los listados manejados por entonces, se indicaba que era de Montagut, pero que en un momento dado alguien anotó por error «Montanuy».

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Lo que no se indica es que la pieza lleva por detrás, cosida, una etiqueta ANTIGUA que certifica el envío «De la Parroquia de Montanuy para entregar al Rdo. D. Zeferino Escolá en el Seminario de Lérida». La confusión se produjo, pero al revés, en los listados de la guerra.

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Ceferino Escolá, por cierto, fue un cura ultramontano («faccioso», en el lenguaje de la época) que participó enérgicamente durante las guerras carlistas al menos desde 1875. En los tiempos del obispo Messeguer, y también después, fue vicerrector del Seminario Conciliar de Lérida.

Así que ya ven ustedes cómo de «concluyentes» fueron las pruebas presentadas en este caso por la parte catalana, ante las que el juez ejecutor Silverio Nieto «hizo oídos sordos» para «comprar» los «débiles, casi inexistentes» argumentos aragoneses…

Vamos ahora con el sagrario policromado del siglo XV, de la escuela de Pere García de Benabarre, procedente de Benavente de Aragón (Graus, Huesca), pero que se afirma que es de Vall-llebrerola. Es este:

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Que sea de Benavente es algo que se asume desde 1933, cuando José Soldevila Faro señaló la existencia de un sagrario gótico de esta procedencia en el Museo de Lérida. La mención es muy escueta, pero solo hay dos sagrarios góticos más en ese museo, y son de Durro y Esplugafreda.

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La supuesta procedencia de Vall-llebrerola se basa en esta carta (el doc es de C. Berlabé). ¿Esto es una prueba concluyente? El párroco envía «un sagrario», sin más. Por cierto, que estaba «arrinconado en el palomar de la rectoría», habría que entender que de la de Vall-llebrera.

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Con estas historias nos movemos. Es una pena. Y todo, porque el obispo Messeguer ocultó la procedencia de las piezas para que no le vinieran luego los pueblos con reclamaciones…

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Se ocultó su procedencia

El #MuseuDiocesàLleida y la #Generalitat se empeñan en afirmar que los bienes de las parroquias del Aragón oriental (#BienesdelaFranja) fueron comprados por el obispo Messeguer. Pero no fue así, y eso es lo que ha determinado también la sentencia. Una prueba de ello puede encontrarse en el propio boletín de la diócesis de Lérida, que se llamaba «Esperanza» y se guarda en las bibliotecas, para que lo pueda leer cualquiera.

Os pongo algunos ejemplos. El primero corresponde al boletín del 25 de agosto de 1920 (p. 196): observad que se afirma que los objetos no se regalan, sino que solo se depositan en el museo para su mejor conservación, «reservándose el dominio la parroquia». Y la posibilidad que se plantea sobre una posible venta no sería al obispado, sino a terceros (bonita posibilidad, por cierto: se venderán mejor porque estando en el museo serán más conocidos y aumentará su precio; qué bochorno).

Quiero señalar especialmente otro detalle, que no debe pasar desapercibido: esto que vemos son argumentos que se plantean desde el obispado para que «las dos o tres familias más influyentes de la población» convenzan a los fieles de que no pongan obstáculos a que las piezas artísticas de la parroquia se entreguen al museo de Lérida, porque es lo cierto, según podemos leer, que una de las «dificultades de no escasa monta» para que el obispo de Lérida lograse su objetivo era «la intromisión de los fieles», que se oponían a que se les llevaran del pueblo unos bienes que consideraban suyos. Prácticamente cada vez que «rascas» un poco en la documentación de estos episodios aparece la oposición de los feligreses; que nadie tuvo en cuenta, pero que estuvo ahí.

Otro ejemplo más, del mismo boletín (25 de febrero, 1921): se afirma los objetos deben ingresar en el Museo porque nada pierden con ello las parroquias, al mantener íntegros sus derechos. No se puede ser más claro. ¿Dónde están aquí las ventas, ni la más remota intención del obispo leridano de recurrir a ellas?

El obispado de Lérida, por cierto, no era un comerciante de antigüedades: estaba en un plano superior (y la Iglesia no podía comprarse bienes a sí misma). El obispo se limitaba a solicitar las piezas (o a mendigarlas incluso, según se lee en el boletín del 25 de junio de 1921, pag. 231).

Hay más ejemplos y no les quiero cansar. Acabaré con un pasaje muy ilustrativo de una publicación de Joan Fusté i Vila, primer conservador del museo leridano, quien se encargó de inventariar por primera vez las piezas acumuladas, que ya eran casi dos mil, en 1918 (la publicación es de 1925, aunque en ese pie de imprenta ponga 1924):

«En ningún museo, quizá, era tan difícil la catalogación como en el de Lérida. Descuidada con toda deliberación y sistemáticamente, aunque con un fin plausible, la anotación de la procedencia de las antigüedades para que nadie pudiera venir con inoportunas reclamaciones, y conociéndose por el Boletín solamente la de los que le parecía bien al excmo. Sr. obispo…»

Vaya. Bonita precaución.

Van dos consideraciones:

1. Si los bienes se hubieran vendido, nadie podía haber ido luego con reclamaciones.

2. Se reclaman 111 piezas aragonesas, pero ¿cuántas habrá? Aquella «precaución» tomada por el obispo Messeguer para ocultar la procedencia de lo que se llevaba al museo sigue siendo eficaz para dificultar al máximo las reclamaciones hasta el día de hoy. Lo peor de todo es que dificulta también el conocimiento de nuestra historia, de la historia del arte, de lo que cada lugar produjo y se esforzó en poseer para sus iglesias. Eliminar el contexto de una obra es arrebatarle su sentido y arruinar sus posibilidades de estudio; se actuó igual que quienes van con un detector de metales a un yacimiento arqueológico y extraen sus piezas sin tener en cuenta el entorno en el que aparecen: arruinan la pieza y arruinan el yacimiento. El obispo Messeguer hizo exactamente eso.

En el juicio en Barbastro se aportó documentación de archivo que pretendía demostrar que hubo ventas. Se presentó como la gran novedad, aunque no era tal. Como ven, basta con leerse lo que el propio obispado PUBLICÓ. Su lectura, insisto, es accesible en las bibliotecas. Y me parece que deja las cosas muy claras.

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Daroca para despistados

Este es un post dedicado especialmente a alguien que no conoce la iglesia de San Miguel de Daroca ni sus pinturas, pero no solo pontifica sobre ellas sino que las pretende utilizar como arma arrojadiza. Proporciono esta información gentilmente con la esperanza, seguramente vana, de hacer ver lo nefasto que es usar el patrimonio y la historia con fines políticos. Me refiero a esto, en concreto:

No es la primera vez que el sr. Velasco se refiere a las pinturas de Daroca, con idéntico objetivo: su utilización política.

Traduzco:

«En relación con el tema de Sijena, hay un caso que se me había pasado por alto y que ilustra muy bien sobre lo que hay detrás de la reclamación de las pinturas murales conservadas en el Museo Nacional de Arte de Cataluña.

Durante una restauración efectuada en 1946 en la iglesia de San Miguel de Daroca, declarada Monumento Nacional en 1931, aparecieron unas pinturas murales del siglo XIV. Se arrancaron y hoy se conservan en el museo de Zaragoza. El monasterio de Sijena fue declarado en 1923 y las pinturas se arrancaron en 1936. ¿Dónde está la diferencia?».

Bueno, hay diferencias notables, eso desde luego. Y también hay errores de bulto en los dos escritos reproducidos. Vamos a ello.

–Las pinturas murales de la iglesia de San Miguel de Daroca son conocidas de antiguo. No fueron descubiertas en los años 40.

–En su mayor parte se conservan in situ. Véase:

–En los años 40 se arrancó UN FRAGMENTO, que es el que se conserva en Zaragoza. La cosa fue así: después de la guerra, se impulsó la restauración de un muro dañado en una de las capillas, que conservaba un fragmento de pintura mural; Manuel Chamoso Lamas, comisario del SDPAN en los años 40, propuso su arranque para poder salvaguardarlo antes de restaurar ese muro. Y pidió ayuda al director del Museo de Barcelona (MNAC), que entonces era Xavier de Salas.

 

Tuvo que insistir, aquel hombre. Un mes más tarde de esa carta, y pese a la urgencia que transmite la solicitud de ayuda, aún no se había decidido nada. Chamoso imploraba.

–Parece ser que la restauración de la capilla se llevó a cabo, con otras partes de la iglesia, en 1946. No sabemos en qué fecha se procedió a arrancar las pinturas ni si finalmente el trabajo lo hizo Grau, pero podemos suponer que sí, pues el hecho es que se restauraron en el MNAC, y Manuel Grau i Mas era el restaurador de aquel museo.

–Las pinturas tardarían en volver. Su rastro se pierde hasta 1968: ese año fueron expuestas en el Museo del Louvre, en una muestra sobre arte gótico en Europa, y al acabar la exposición fueron entregadas al Museo de Zaragoza, como depósito del Ministerio de Cultura. El fragmento llegó dividido en dos secciones. Una se expone y otra no. La que se expone es esta:

Hay una gran diferencia respecto del caso de Sijena: en Daroca se arrancó solo un fragmento y se hizo con los parabienes de la Administración; la iniciativa la tomó la autoridad competente, sin irregularidades. Aun así, ya vemos el riesgo que corrió: una vez que salió de su lugar de origen, tardó 20 años en volver a Aragón.

¿Ustedes creen que toda esta explicación servirá para algo? Yo lo dudo. Pero no podía dejar de contarlo. Cada cierto tiempo necesito desmentir marrullerías, aunque esto sea el trabajo de Sísifo.

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Dos por tres calles (III)

Dejo aquí la respuesta que di el domingo 24 de junio, en el Diario del Altoaragón, al artículo publicado contra mí por Juan José Nieto el domingo anterior, en el mismo medio.

Solo quiero añadir, de momento, uno de los aspectos que quedó sin comentar en mi artículo, por falta de espacio: se queja el Sr. Nieto de que no le cito lo suficiente en mi libro sobre Sijena, lo mismo que a Español, y me recuerda que existe «un código deontológico
en el cual [sic] se debe citar correctamente, para no sacarles los méritos a otros». Le diría al Sr. Nieto que se aplique su propio consejo, porque en ese artículo lo incumple en dos ocasiones:

  1. El trabajo que realizó para la DGA no es solo suyo, sino que tiene otro autor, Juan Ramón Bosch Ferrer, a quien no nombra. Le está quitando el mérito a su compañero.
  2. Toda la información que ofrece sobre el intento de venta de un lote de piezas por las monjas de Sijena en 1925 sale de la tesis de Carmen Berlabé, conservadora del Museo de Lérida. Y no lo dice, con lo que parece que la documentación la aporta él. Suyos son, únicamente, los datos relacionados con la exposición de Sevilla de 1929.

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Dos por tres calles (II)

Segundo dato: no sé cómo se puede negar la existencia de una venta y a la vez pedir su nulidad. Es tremendo, esto.

1) En 1925, y son datos de nuevo publicados por Berlabé, cuya tesis está en red DESDE HACE AÑOS, las monjas intentaron vender un lote de objetos, entre los cuales solo había, que se sepa, dos piezas reseñables: una arqueta, que hoy está en el Museo Marès, y una tabla de las Once Mil Vírgenes que está en el Museo de Zaragoza.

2) Se me acusó ayer de afirmar, sin fundamento, que esas ventas existieron. Yo lo único que he dicho es que, contra lo que dijeron, en falso (y ya les di cera por eso), los conservadores del Museo de Lérida, NO HAY CONSTANCIA DE QUE SE DIERAN LOS PERMISOS NECESARIOS POR PARTE DE NINGÚN MINISTERIO. Que alguna venta hubo, es seguro. Os dejo, como prueba, la nota de inventario del Museo de Zaragoza, que da fe de que la tabla ingresó en enero de 1927 y fue vendida en diciembre.

De la arqueta del Marés no sabemos nada: opacidad total. En su web solo se dice que es una donación del propio Marés. Una donación del dueño del museo a su museo. Es tanto como no decir nada.

3) Si la arqueta se vendió en 1927 o en 1929, o después de 1929, DA IGUAL PARA EL CASO. Siempre fue después de 1923, que es lo que importa a la hora de efectuar la posible reclamación. Saber que estuvo en Sevilla en 1929 es chulo, pero a los efectos que tratamos ES ALGO COMPLETAMENTE IRRELEVANTE. Lo que hay que averiguar es cómo llegó a manos de Marés. Eso sí sería importante. Si hay dudas de que esa venta se produjo, confírmese, investíguese ANTES DE METERSE EN OTRO PLEITO, POR DIOS.

4) No pretendo mancillar «la santidad» de las monjitas de Sijena (algo parecido dixit Nieto ayer, no me dan ganas ni de comprobarlo, bohjgxz). De hecho, si alguien ha tenido la paciencia de leer todo lo que estos años atrás he escrito sobre el monasterio y el dichoso litigio, se habrá dado cuenta de que las defiendo. Cuando las tengo que defender, cuando tengo argumentos para hacerlo. Cuando no, no. Se llama ser honesto en la profesión, en este caso la mía, que es la de historiador.

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Dos por tres calles (I)

Una cosita sobre el artículo de J.J. Nieto, de ayer (al margen de las burradas que dice sobre mí, que de eso ya hablaremos). Es solo para que se vea el nivel que se marcan algunos. Se dice haber realizado un gran hallazgo: una tabla de la Santa Cena que procede del monasterio, y que, Nieto dixit, «no sabíamos que era de Sijena». Y que hay que reclamarla, gracias a este hallazgo. Hoy lo dice en el mismo diario altoaragonés el abogado Jorge Español.

Bueno. Dos detalles:

1) Se sabe que esa tabla es de Sijena al menos desde 1994: publicó el dato en esa fecha Carmen Berlabé. Al César lo que es del César. Pueden uds. localizar el artículo en la revista «Ilerda», núm. 51, de ese año, pág. 86. Valiente «hallazgo». Eso de que «no sabíamos que era de Sijena»… por favor, que no hable en plural. No lo sabía ÉL. 


2) Esa tabla figura como depósito. Al igual que el resto de las piezas que hoy están en Lérida, y que son bastantes. ¿Por qué se plantean reclamar una sola tabla? Si hay argumentos jurídicos para reclamar esa, los hay para reclamar las demás. Si no los hay, que mientras las dueñas de esas piezas (las monjas de San Juan de Jerusalén) no pidan levantar el depósito, no los hay, hagan el favor de ser prudentes.

Como indica Berlabé, esa pieza fue a parar a Lérida durante la guerra, como muchas otras de Sijena. Si hay posibilidad de recuperar ese patrimonio, la cosa tiene que ir por ahí: bienes llevados durante la guerra a Lérida que, en buena parte, no volvieron a Sijena.

Oigan, dejen de jugar unos y otros con Sijena, que es un tema muy serio. Trabajen con profesionalidad y sin buscar un protagonismo absurdo. Le están haciendo daño a la causa. Por favor, prudencia. Basta ya.

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Un retablo de Binaced, no de Lérida

¿Recuerdan la historia que les contaba aquí sobre el retablo de San Antón, procedente de Villanueva de Sijena, que algunos se empeñan en decir que perteneció a la Seu Vella de Lleida? Pues hoy traigo otro caso similar, el de un retablo que procede de Binaced (Huesca) pero que se pretende hacer pasar como de Lérida sin que haya para ello ninguna base, y digo ninguna base.

El retablo en cuestión, que debió de estar dedicado a la Virgen, se ha datado en el segundo tercio del siglo XV y es uno de los casos singulares en los que se sabe quién fue autor, pues va firmado: «Iacobus Ferrarii», es decir, Jaime o Jaume Ferrer. Desmontado quizás en el siglo XVIII, cuando se construyó la actual iglesia parroquial, las tablas que quedaban en el pueblo a finales del siglo XIX pasaron a Lérida por orden del obispo Josep Meseguer, que había fundado el Museo Diocesano hacía pocos años. En ese museo siguen. Son tres tablas, una de ellas con dos escenas, que representan el Nacimiento y la Epifanía, la Ascensión y Pentecostés. Solo he conseguido foto medio decente de las dos primeras tablas, es esta (y procede de aquí):

¿Se fijan en que en la parte inferior de la foto está la firma? Huy, eso vuelve locos a los historiadores, mamma mía. De hecho, a partir de ahí se ha podido identificar al autor de otros retablos similares y trazar su personalidad artística, deslindarla de otras similares y establecer una saga de pintores de apellido Ferrer… (bueno, esto último todavía no es una prueba superada: hay muchas discrepancias entre los estudiosos, pero no vamos a entrar en ese tema, que nos desviamos).

La cuestión es que en 1893, por orden del obispo Meseguer, el párroco de Binaced preparó para su envío a Lérida unas tablas góticas que servían como puerta de un armario de la sacristía de la iglesia, una de las cuales, al parecer por culpa de ese uso, estaba estropeada. Tardaron a salir del pueblo porque el alcalde se opuso a que se las llevaran y se creó un conflicto en el que el obispo, indignado, respondió que no pensaba «consentir que ningún alcalde me impida la jurisdicción y derechos que tengo de administrar los bienes de la Iglesia»;* riñó también al párroco por no haber sido más sigiloso con la operación, y éste se disculpó y le echó la culpa al carpintero.

Todos estos datos proceden de la tesis de Carmen Berlabé, conservadora del Museu de Lleida, que está en la red. Iba a poneros un pantallazo del documento en el que el párroco se disculpa y acusa al carpintero de haberse ido de la lengua, pero como se ponen tantas restricciones al uso de esa tesis, tendréis que buscar vosotros mismos el documento (por otra parte, incompleto) para comprobar lo que digo: está en el vol. 2, pág. 134.

Las tablas no llegarían a Lérida hasta 1898 ó 1899, año en el que el boletín eclesiástico de la diócesis da noticia del ingreso de seis tablas procedentes de Binaced. A las dos del armario, pues, se habían añadido cuatro más. Desde 1929 se apuntó como procedencia de esas tablas concretas, por parte de los responsables del museo, la iglesia de Binaced. Y atendiendo, como planteó en los años 90 Berlabé, a que en los inventarios antiguos llevan el número 244, y que las piezas correspondientes a los números 243 y 245, esto es, la anterior y la posterior, son también de Binaced, parece que es altamente probable que esa sea, verdaderamente, su procedencia. Se admite comúnmente, de hecho, que así es.

Pero hay dos problemas. Uno, que, no entiendo por qué motivo, cuando los estudiosos se refieren a estas obras hablan de «las tablas de la Natividad y la Epifanía del Museu de Lleida», o «la tabla firmada de Jaume Ferrer», o términos similares que evitan nombrar a Binaced. Y, dos, que se afirma que esas tablas serían originariamente de la Seu Vella de Lleida y que debieron de llevarse a Binaced en el siglo XVIII, cuando la catedral vieja fue desacralizada, pues todo el turó donde se asienta fue destinado para usos militares.

Ya he indicado al principio que esta última afirmación no tiene NINGUNA base. No hay nada que nos permita suponer que fue así. Simplemente, se dice que fue así y punto.

Les recomiendo que echen un vistazo al trabajo escrito por el mayor estudioso de la pintura de los Ferrer, el profesor Isidro Puig, sobre este particular. Así tendrán idea de hasta qué punto esa supuesta procedencia de la Seu Vella es una falacia que no se sustenta en nada. El trabajo en cuestión es este:

En la pag. 230, Puig nos informa de que en 1978, en el catálogo de una exposición que acompañó a la celebración del Congrés de Cultura Catalana, en la Seu Vella, alguien, no sabemos quién, indicó en la ficha de esta pieza: «Correspon a un retaule que segurament fou d’aquesta Seu». «Corresponde a un retablo que seguramente fue de esta Seo». Nada más. No se dice por qué ni por qué no. No sabemos quién lo dijo. Simplemente esa frase se puso en un pequeño catálogo de una exposición titulada Què és i què ha estat la cultura catalana. Y a eso se agarraron los demás como a un clavo ardiendo: Gudiol, Alcolea, Yarza admite la posibilidad con interrogante… Ni un solo argumento, documento o base que permita sostener tal afirmación, ni entonces ni hasta hoy.

«Lo más importante es la asignación que desde entonces se hace de estas obras a la Seu Vella de Lleida», dice Isidro Puig en la p. 231 de su libro. Un origen que él también acepta, aun reconociendo que no hay constancia documental alguna para ello (p. 228). Y lo acepta como acto de fe: «creemos firmemente», afirma, que tanto estas tablas como otros retablos cuyo análisis se incluye en el libro, «fueron realizados para unas capillas de la Seu Vella de Lleida durante el primer tercio del siglo XV». Lo único que aporta para secundar esta posibilidad es una apreciación que me abstendré de comentar, porque se comenta por sí sola: la de que

el nivel estilístico y la calidad plástica que exhiben las obras que nos ocupan hace difícil pensar tuviera [sic] otro destino que no fuera la misma Seu Vella.

Ya. Como que no hay obras magníficas por pueblo