EL CASO SIJENA ES EL MUNDO AL REVÉS

Como ocurrió en tantos otros lugares, no solo de Aragón sino también de Cataluña y del resto de España, el monasterio de Sijena fue despojado de su patrimonio en sucesivas oleadas y por diferentes medios, algunos legales y otros no; pero no dejó de ser un despojo. En el caso de Sijena, el ataque más bestia se produjo con la guerra, pero incluso después, hasta mediados de los años 90, se siguió desgajando, vendiendo y dispersando su patrimonio, sobre todo después de que muriera la última priora en 1974.

En Aragón hemos tenido que ir con mucho cuidado para no hablar de expolio, porque si alguien lo hacía se nos echaban encima: no teníamos derecho a pronunciar esa palabra. No había que herir susceptibilidades, de modo que si el alcalde de Villanueva decía que el monasterio lo quemaron «milicianos venidos de Cataluña», se consideraba un ataque insoportable; si Guillermo Fatás osaba señalar que el Comité de Milicias Antifascistas estaba bajo el mando del presidente de la Generalitat, Companys, se armaba la marimorena; y no digamos cuando Javier Lambán, presidente de Aragón en las dos anteriores legislaturas, se atrevió a decir que las pinturas murales del monasterio las arrancó «un catalán»…

Esos han sido todos los «ataques» que Cataluña ha recibido por parte de Aragón. Comparen ustedes, tirando de hemeroteca o de redes, lo que políticos y personalidades de la comunidad vecina han afirmado sobre este asunto. Pero, si no tienen tiempo o ganas de leer barbaridades, pueden optar por limitarse a echar un vistazo al manifiesto que hoy, 5 de septiembre de 2025, se ha entregado en el MNAC con el apoyo de más de 10.000 firmas y de unas 50 asociaciones (la mayoría de poquísima entidad, eso sí), en el que se pide que se evite «la sustracción» de las pinturas murales de Sijena del museo barcelonés para devolverlas al monasterio, su lugar de origen.

No solo se habla contundentemente de «expolio» por el hecho de que ese retorno vaya a producirse (el mundo al revés, 1)

…sino de que las pinturas de Sijena son «patrimonio catalán» (el mundo al revés, 2), de que se trata de una acción «colonialista» (el mundo al revés, 3) y de que Aragón «quiere romper la historia del arte catalán creando un relato aragonesista ficticio» (el mundo al revés, 4).

Podríamos seguir. Pero para qué. Se trata de darle la vuelta a todo; como a lo de la utilización política del litigio, cosa que supuestamente se hace desde Aragón porque «el anticatalanismo da votos», pero que nadie se preocupa en señalar en el sentido contrario, cuando es más que evidente: el tema da alas, y de qué modo, a las posturas independentistas, si lo «vendes» como un terrible agravio a Cataluña, una vez más víctima del malvado Estado español (y hay que hablar de que aquí «el malo» es el Estado, porque reconocer que tu antagonista es una comunidad autónoma más pobre que la tuya es un poco vergonzoso). De esto hay múltiples evidencias, pero pasan, al parecer, desapercibidas.

El elefante en la habitación solo se ve cuando se abre el foco: aunque hay casos en los que el Estado rapiñó patrimonio aragonés (señaladamente, cuando se decidió crear el Museo Arqueológico Nacional), la inmensa mayor parte de este patrimonio pasó a Cataluña por diversos medios: principalmente, venta (legal o ilegal, con su posterior reventa al extranjero en bastantes ocasiones) y traslados (en la guerra, o por decisión de la jerarquía diocesana de Lérida). De modo que centrar las reclamaciones en este sentido, hacia el este, no se basa en el anticatalanismo, o en la tan horriblemente cacareada catalanofobia (qué hartura con esto), sino en el sentido común.

La reclamación esta de las firmas la ha liderado una cosa que se llama «RevolucionemNos», que no parece que tenga un gran seguimiento y que lo que quiere es, cómo no, la independencia. Pero la apoya gente como el expresidente Quim Torra y otra expresidenta (del Parlament), Laura Borrás. Ellos hablan de anticatalanismo, de colonialismo hacia Cataluña, de expolio de «su» patrimonio, de lawfare en su contra. Y tenemos que aguantar que se nos acuse a nosotros de catalanofobia y de «reescribir la Historia». Es que tiene narices.

Han terminado cantando aquello del «bon cop de falç». Yo, sinceramente, les habría dado un bon cop de colleja a má oberta. Habría podido con todos, solo eran 23.

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