Le digo a mi marido que me he agarrao un cabreo monumental leyendo el manual de Paleografía que nos han recomendado en la Universidad y se me troncha:
–¿Pero cómo es posible que te cabrees leyendo un manual de Paleografía?
Mi santo entiende que me cabree con los temas pantaneros, con los políticos de modondanga, con las declaraciones extemporáneas de la Iglesia, con los informes tontos sobre malasombradas, o con la prensa. Pero vaya, con un libro que se supone que trata de enseñar cómo era la letra de los documentos antiguos…
Sin embargo sí, sí: menudo cabreo llevo con el trato que se da a Aragón en ese libro. Es simplemente vergonzoso.
Copio unas líneas del capítulo que trata sobre los códices de escritura visigótica, ya verán:
La penuria de ejemplares conservados, escritos en Aragón antes de mitad del siglo XII, es desesperante. Salvo los pocos que proceden del Monasterio de San Juan de la Peña, no encontramos ejemplares de escritura visigótica de códices. El fenómeno resulta más inexplicable sabiendo que los monasterios en aquellas tierras fueron como enjambre, y más numerosos que en las del Oeste. Sin embargo, parece que en el orden cultural resultaron mucho menos florecientes, lo cual nos permite concluir que, aun admitiendo la existencia de manuscritos -hoy perdidos- realizados en partes de Aragón a contar del siglo VIII, su número y su calidad debieron de quedar muy por bajo de los de Castilla, León y Cataluña.
Acto seguido cita brevemente los varios códices pinatenses, datados entre los siglos X y XI, sin darles mayor importancia.
Y añade que parece razonable aceptar que durante los siglos VIII y IX
hubiera en estas regiones pirenaicas alguna producción de manuscritos, seguramente escasa y pobre.
Mosquea que, sin más ni más, se suponga que los monasterios aragoneses, pese a ser muchos, fueran pobres culturalmente. Mosquea que, ante la ausencia de manuscritos conservados, se diga que fueron pocos, pobres y de mala calidad, e incluso que fueron mucho peores que los castellanos, leoneses y catalanes. ¿En qué se basan estas afirmaciones?
Pero lo más sangrante es que, ante la escasez o inexistencia de documentación escrita en otras partes de la Península, la interpretación que dan los autores de este libro es muy otra.
Por ejemplo, después de afirmarse que «hasta el siglo XI no aparecen códices de los que nos conste absolutamente haber sido escritos en Cataluña«, las conclusiones «verosímiles, cuando no del todo seguras» que se extraen sobre lo ocurrido en este territorio son las siguientes:
1. A raíz de la conquista franca debieron empezar a importarse desde el país vecino cantidad considerable de códices […]. Lo sorprendente es que de tales manuscritos importados no sabemos exactamente que se conserve ahora alguno.
(O sea: no hay manuscritos de esa época, pero como estamos seguros de que se importaron muchos, luego nos sorprendemos de que no quede ninguno.)
2. No puede dudarse que durante el siglo IX se escribieron en los condados catalanes códices en letra visigótica o mozárabe, algunos de los cuales es casi seguro que recibirían en su escritura influencias de tipo carolingio.
(En Aragón, esta ausencia se ha despachado de una manera bastante más expeditiva y sin tantas consideraciones: lo que ocurrió en tierras aragonesas fue que hubo una producción escasa y pobre en cantidad y calidad. Y a otra cosa.)
Hay más conclusiones, hasta cinco, que elucubran sobre lo que fue la evolución de la letra visigótica y carolina en Cataluña, sin tener evidencias materiales a las que agarrarse. Puros supuestos. Eso sí, en tono mucho más respetuoso y digno que el usado para lo que pudo haber ocurrido en tierras aragonesas.
Finalmente, se alude a algunos de los manuscritos «más notables y representativos» de los conservados a partir del siglo XI, «época áurea de los códices carolino-catalanes»: cita doce, en total, de los cuales tres se conservan en la catedral de Lérida… pero proceden de y fueron hechos en Roda de Isábena.
En cuanto a la «España meridional«, que así es como se llama en el libro a los territorios castellanos y andalusíes de Toledo para abajo, se lee:
Es seguro que durante los siglos VIII, IX y X hubo una apreciable producción de manuscritos relacionados en su origen con los grupos mozárabes del Sur y, en concreto, con los de Sevilla, Toledo y Mérida que seguían siendo sedes metropolitanas, y con los de Córdoba que se había convertido en cabeza espiritual y cultural de la mozarabía. Había allí más de diez iglesias y más de quince monasterios, algunos florecientísimos, mientras que con relación a Toledo se habla de nueve iglesias, y a Mérida, de cuatro; en Sevilla su número también era corto.
Sin embargo, los códices conservados que se suponen escritos en alguno de estos reductos mozárabes son poquísimos, y aun algunos de ellos dudosos hoy en cuanto al origen andaluz o toledano que se les ha asignado tradicionalmente.
Nuevamente, la carencia o escasez de manuscritos tiene un tratamiento diferente: aquí no se duda de que la producción «fuera apreciable» y de que los monasterios fueran «florecientísimos».
Un último detallito, referido a Navarra, donde también, y para variar, los manuscritos de escritura visigótica «puede decirse [que] faltan en absoluto», pero
no porque no existieran nunca, sino por haber desaparecido no sabemos cuándo. Como muestra de la cultura y de la probable producción libraria de algunos monasterios navarros durante el siglo IX se apela tradicionalmente al viaje de San Eulogio, el célebre mártir mozárabe, que llevó consigo a Córdoba una selecta colección de códices del monasterio pirenaico de San Zacarías.
Ese monasterio pirenaico que visitó San Eulogio y del que se llevó un buen montón de códices a Córdoba, donde faltaban, y no precisamente porque Córdoba no fuera un centro cultural de primer orden, fue el de Siresa, junto a Hecho, en Huesca, Aragón, que, en palabras de San Eulogio, iluminaba todo el Occidente y cuyos monjes, más de cien, «brillaban como estrellas del cielo».
Y eso que los monasterios aragoneses parece ser que no tuvieron florecimiento cultural… ¡Ole con ole y con ole!
Yo es que me desespero.
En fin, qué quieren que les diga: que este manual (Paleografía y diplomática, UNED, Madrid 1991, varios autores dirigidos por Tomás Marín Martínez) me parece, como mínimo, poco riguroso.
Lo malo es que es el que recomiendan fervientemente nuestros profesores de la Universidad de Zaragoza.
Para terminar, un detallito:
En la Biblioteca Vaticana, en Roma, se conserva la denominada «Biblia de Farfa» (que, por cierto, en el manual éste de Paleografía aparece citada como «Biblia de Farba»), copiada en el siglo XI y procedente del Monasterio de Ripoll. Bueno. Pues me entero hoy de que el Ayuntamiento de este pueblo reclama al Vaticano su devolución porque, según afirma su alcaldesa, «sería un reclamo turístico brutal«. ¡¡A que molaaa!!
Chicos, a nosotros no nos tiene en consideración ni San Pedro. Así nos pasa, que se localizan los restos intactos del rey Pedro III en su sepultura del Monasterio de Santes Creus (Tarragona) y en todos los medios aparece citado como «Pere el Gran» o «Pedro II rey de Cataluña y Aragón» (esto último, en El País, aunque luego lo corrigieron). O incluso «Pedro II rey de Aragón«, que es ya de marearse total.
O así nos pasa, también, que cada dos por tres nos vienen dando susticos con previsibles trasvases del Ebro, sin siquiera dar la información que corresponde al Gobierno de Aragón; a ver si, en una de éstas, cuela.
¿Despiertas, ferro? ¿O hemos claudicado ya definitivamente?
Esta mañana he pensado en tí y no me has fallado. Cuando he oido en la Ser lo del Pere el Gran al Francino, porque primero había escuchado la noticia en el regional y hablaban de otro Rey, creo que un tal Pedro III que ya veo que te suena. En fin…
Hija Mari, cada día me dejas mas acojonao, ¿hay algo que se te pase por alto?
Ay Mari, jamía, menos mal que el manual que has leído es del 91, porque si actualizan la versión al 2009 te nos dejan tan «desarmadica» que te da un «yu-yu» y nos quedamos sin saber nada. ¡Moltes gracies ká!
Bueno, creo Patri que Francino puede decir Pere el Gran, que para eso Francino es catalán. Lo que deja estupefacto, de nuevo, es escuchar, en la SER, en las noticias de ayer a las 7:30 de la mañana, referirse a aquello de «la corona catalano-aragonesa»…
A medida que iba leyendo, me hervía más la sangre y se me iban ocurriendo cosas que añadir a tu denuncia, pero al final, como lo has bordado tan bien, me aplico la máxima de que “si no puedes mejorar el silencio, mejor cállate”.
Sin embargo, no puedo resistir la tentación de hacer algunas reflexiones en voz alta (o mejor dicho, sobre el teclado).
Agravios hacia Aragón de éste y otros tipos, son sangrantes y habituales, pero lo peor es que, lejos de provocar las reacciones que debieran ser oportunas, siempre quedan en la más absoluta impunidad, como si cada agresión, en lugar de recibir su correspondiente repulsa, dejara el campo aun más abonado para la siguiente. Todo ello, ante la pasmosa pasividad de nuestra comunidad.
El caso es que nos indignamos cuatro, que no somos capaces ni de hacer el más mínimo ruido, y ahí se queda todo, hasta la próxima. Temo ser injusto, pero, por mi parte, del único que he podido leer algo en defensa de Aragón en medios nacionales y en tono suficientemente “ruidoso” es a Arturo Pérez-Reverte, que, curiosamente, es murciano. Tenemos aragoneses con muy buena voz y muy buena pluma, pero no se les oye. ¿Por qué?.
¿Por qué el asunto de los bienes de la Franja es desconocido en todo el resto de España?.
Culpamos (y con razón) a nuestra clase política y a nuestra universidad, porque sólo se mueven por intereses egoístas y les importa un bledo la defensa de lo aragonés. Será porque eso no da votos, luego entonces, quizá el motivo esté en el pueblo, que no exige a sus representantes que cumplan con tales funciones. Claro, es que cuatro tarros viejos no dan de comer. Mientras, vemos con envidia, cómo en otras comunidades cuidan y miman su patrimonio.
No sé cómo se puede despertar ese “ferro”, Marisancho. Me parece que lo tenemos crudo. Tenemos el enemigo en todas las partes: fuera (dispuestos a ningunearnos y comernos) y dentro (nuestros representantes, con su actitud no sólo pasiva, sino, a veces, incluso traidora), todo ello ante la pasividad de un pueblo que, si alguna vez se ve unido y representado por algo, es por el fútbol, la jota (preciosa, pero, para algo bueno que podríamos tener, está echada a perder por la invasión de letras patrióticas y religiosas rancias), la Virgen del Pilar y poco más. Para lo demás, para lo que de verdad importa, sólo un egoísmo feroz, donde lo colectivo carece de valor, y a mi vecino que le den, que si hace falta, me quedo yo sin comer con tal de que él no coma tampoco, todo ello bajo el bálsamo de los falsos ideales (ya sabes, Aragón tierra valiente, nobleza, tesón, bravura y demás tonterías que nos han hecho creer que tenemos quizá para que no las tengamos nunca).
Supongo que esa conciencia colectiva habrá que sembrarla mediante la educación, pero ésta también está controlada por los mismos ineptos, igual me da de un signo que de otro. Tampoco tenemos unas organizaciones cívicas mínimamente estructuradas que pudieran servir de plataforma, de conciencia, capaces de hacerse oír, que hicieran que nuestros representantes se sintieran controlados y cumplieran con sus obligaciones, que pusieran en valor lo que tenemos…
Lo peor es que parece que estamos resignados a ello, a quejarnos y ya está, a que no podemos hacer otra cosa… y, así, claro que no haremos otra cosa.
Me da envidia lo que veo en otras comunidades vecinas, pero yo no sé cómo se pueden conseguir esas cosas en este viejo solar. ¿Alguien tiene idea?.
(Perdón si me he extendido demasiado).
Hola, doña Inde.
santa, mas razón que una santa…es que estba leyendo yo lo del reino catalano-aragonés…y todavía tengo los ojos-ojones.Pero realmente creo que es una causa perdida desgraciadamente.Tenemos unos representantes-calzonazos y no hay nada que hacer.En dos generaciones y con varias catedrales do mar, el reino de Aragón habrá sido otra Atlántida…