En el tema de Sijena todavía quedan muchas cosas por resolver, por averiguar. La historia de la dispersión de su patrimonio tiene aún muchas lagunas. Una de ellas, posiblemente, sea la que sigue a continuación.
¿Hubo más arranques de pintura mural en el monasterio de los que tenemos constancia? De una noticia publicada recientemente en una tesis doctoral leída en la Universidad de Lleida, parecería deducirse que sí.
La tesis en cuestión, dedicada a los denominados Maestro de Sijena y Maestro de Alzira (aquí), fue leída por Elena Toló en noviembre de 2015. En su apéndice documental aporta material de interés, extraído del Archivo Diocesano de Lérida, sobre episodios no bien conocidos aún. Yo solo me voy a centrar ahora en uno de los documentos publicados, que la autora data en 1970 aunque va sin fecha (y que yo me inclino a datar en 1974, luego lo explico).
Se trata de una «Relación de los objetos que se hallan en el obispado de Lérida pertenecientes al Monasterio de Sijena» que va firmada por la priora de Sijena, Angelita Opi, y por la de las sanjuanistas de Barcelona, Pilar Sanjoaquín. El listado enumera 65 piezas, aunque es una relación incompleta: al final del folio se indica: «sigue», pero los folios siguientes, según afirma Toló, no se conservan.
Uno de los «ítems» que aparecen en esa relación corresponde a «3 rollos de frescos terminados de extraer hacía poco».
La expresión “3 rollos” se refiere a que se trataba de tres fragmentos de pintura arrancada con la técnica del strappo, mediante la cual quedaban pegadas a una tela y se podían enrollar como si fuesen alfombras. ¿Qué pinturas eran esas? ¿De qué parte del monasterio habían salido? ¿Quién las arrancó? Y, lo más importante de todo: ¿qué fue de ellas?
Los arranques de pintura de los que tenemos constancia se produjeron en 1936 (el conjunto de la sala capitular y, muy probablemente, el Pantocrator del muro de cierre del coro) y 1960. En esta última fecha se arrancó lo que quedaba de la sala capitular, fragmentos del ábside, un conjunto del refectorio y la serie de pinturas profanas. Y todas fueron a Barcelona, pues se arrancaron por iniciativa del actual MNAC. Ahora vemos, sin embargo, que en Lérida se guardaron «tres rollos» de pintura arrancada, que estaban allí en los años 70.
Me diréis: bueno, quizá es que no se llevaron todo inmediatamente a Barcelona y eso ingresaría en el museo después, pero podría corresponder a alguno de los conjuntos que has mencionado antes, y que son conocidos. Pues no puede ser, porque todos los ingresos de pinturas procedentes de Sijena que tiene registrados el MNAC, según la documentación conocida hasta ahora, se efectuaron en 1940 y en 1960. La única excepción, mencionada por Montserrat Pagès en uno de sus libros, es el Pantocrator del coro, que parece ser que ingresó en 1946. Las publicaciones del propio museo sobre la formación de sus colecciones de pintura mural tampoco mencionan más fragmentos de Sijena. Así que vuelvo a preguntar: ¿qué pinturas eran esas y dónde están? ¿Siguen en Lérida, pasaron a Barcelona o dónde fueron a parar?
Se me ha acusado más de una vez de levantar sospechas sobre cosas que afectan a este monasterio aragonés. Bien, si me permitieran acceder a los archivos del MNAC y del obispado de Lérida, dejaría de sospechar. Desde aquí vuelvo a pedir públicamente que se me permita consultar la documentación: espero respuesta. También espero respuesta a las preguntas lanzadas en el post: ¿qué pasó con esas pinturas?
¡Ah! Olvidaba aclarar por qué pienso que el documento ha de datarse en 1974: porque hay una respuesta del obispo leridano referente a esa relación presentada por las monjas, que lleva la fecha de 31 de mayo de 1974, por lo que el documento que dio pie a esa respuesta no podía ser muy anterior. La carta del obispo dice que hay algunos objetos de esa relación que no se encuentran en Lérida, según afirma el conservador de su museo. La información que da este último es la siguiente:
Como puede verse, hay al menos dos cosas que no son ciertas: sí había varios fragmentos de alabastro procedentes de Sijena, al contrario de lo que en ese documento se afirma. Hoy siguen en Lérida, algunos expuestos y otros no, como todo el mundo sabe. Y en cuanto a la silla prioral, tampoco figura en el museo desde su fundación, y lo de la propiedad dista mucho de estar claro. (Sobre ello ya hablaremos en otro post.)
Como para no sospechar.
No se puede permitir que los «protectores» de 1936, sin ánimo de lucro y por amor al arte, de lo ajeno añado, comercialicen con las obras que, al final, han dado pruebas más que suficientes de que fueron un simple expolio a lo largo de los años, con la complici-dad del Gobierno Central y el silencio e incapacidad de la Diputación de Aragón.