Confieso que estoy bastante hasta el pelo del «caso Sijena». Y no por la historia en sí, a la que aún falta mucho por aportar y cuya investigación debe ser continuada, sino por todo el merdé* que la envuelve. Estoy harta de tirios y troyanos. Tiendo a pensar que no hay modo de poner sensatez en todo este asunto. Algunos de quienes podrían haberla puesto, que son los técnicos, responsables de áreas sensibles de instituciones determinadas, optaron desde el primer momento por hacer dejación de su responsabilidad como tales y atizar el incendio en los corazones; lástima de inteligencias puestas no al servicio del intento de clarificar las cosas sino al triste objetivo de meter cizaña.
A estas alturas, no sé si merece la pena seguir escribiendo. Por mi parte, creo que mi participación en las discusiones debe finalizar aquí, con este post: tras la sencilla contribución que sigue, dejaré que pase de mí este cáliz. He escrito un libro, está en la calle, que cada cual extraiga de ahí lo que considere útil y sensato. Que sirva para continuar, para aportar más, corregir y rectificar. (También está sirviendo para tratar de joder, pero es un riesgo que asume todo aquel que pone su trabajo a disposición de los demás; qué le vamos a hacer, trataré simplemente de defenderme cuando considere.)
Es triste, pero la aportación de hoy, en este post, no sirve para nada a «la causa» de Sijena. Solo tiene que ver con una bronca estúpida montada simplemente para hacer daño; un daño que trato de corregir en alguna medida.
Va sobre el maldito asunto de la responsabilidad del incendio del monasterio. No puede erigirse en voz «definitiva» sobre la cuestión alguien no especialista en la materia, que simplemente ha escrito un par de artículos de prensa (este y este), hechos en unos pocos días, y que obvia todos los estudios publicados sobre la compleja situación que se vivió durante las primeras semanas de la guerra en la zona oriental de Aragón.
Se obvia, por ejemplo, el hecho de que en Villanueva de Sijena hubo colectivizaciones, una experiencia interesantísima desde muchos puntos de vista, glosada y analizada en muy diversos estudios que abordan lo sucedido al respecto en el Aragón republicano, y que tuvieron su reflejo en esa tan traída y llevada Causa General. Me explicaré.
En ese documento, al que ya es sabido el valor que puede dársele (se hizo para represaliar a la gente de izquierdas, eso está fuera de toda duda y no vamos a insistir en algo tan obvio), se relaciona una serie de nombres propios como SOSPECHOSOS (lo pongo en mayúscula para que se vea bien: en los artículos antes enlazados se va más allá incluso de lo que pretende el aparato franquista y se les hace directamente culpables, lo que ya es dar un paso grave) de todo tipo de delitos y desmanes cometidos en los años de guerra. Sobre la quema del monasterio, se indica una decena de nombres, relacionados algunos de ellos con los integrantes del Comité Revolucionario de la localidad, y se amplía la «relación de sospechosos» a «casi la mayoría de vecinos». El autor de los artículos antes enlazados se queda con eso y no sigue leyendo, para qué.
Pero hay que seguir leyendo. Tras la mención a ese incendio (y «saqueo total, robo y destrucción completa, llegando incluso al desenterramiento de monjas», cuando sabemos que ni la destrucción fue completa, ni el saqueo fue total, ni el desenterramiento de monjas se debió a la gente señalada sino al Regimiento Engels que se instaló en el monasterio meses después, cosa que no ha merecido la atención del autor de los artículos mencionados) se relacionan ocho casos de incautación de bienes: he ahí los perjudicados principales por las colectivizaciones. Esos propietarios vieron cómo la gente del pueblo secundaba la iniciativa, participaba de la nueva manera de trabajar las tierras (efímera, sí, y con no pocos problemas) y se sentía saqueada y robada. De ahí que acusaran también a los vecinos en general del «hecho delictivo»: sobre las «personas sospechosas de participar en el delito» se indica que «No es posible enumerarlos por el considerable número de participantes».
¿Qué llevó a acusar de todos los desmanes cometidos en la guerra a prácticamente todo un pueblo que en su absoluta mayoría había votado a las derechas pocos meses antes? Pues el rencor de unos propietarios que se sentían ultrajados, robados y saqueados por un montón de gente pobre. Ellos fueron los culpables de todo y más.
A diferencia de algún autor-agitador, no pretendo erigirme en portadora de la verdad absoluta. Sólo pongo sobre el tapete un factor importantísimo que no ha sido tenido en cuenta por alguien no especialista en el tema, para dejar en evidencia lo absurda que puede llegar a ser la actitud de alguien a quien le puede la soberbia. No, el tema no está zanjado, ni mucho menos; falta mucho por profundizar en un tema delicado que tiene muchas aristas. Dejemos que trabajen en ello los especialistas, algo que el propio autor de los artículos mencionados reclama un día sí y otro también, pero que no se aplica el consejo a sí mismo.
Nadie ha dicho que no hubiera gentes del pueblo que participaran en la quema. Pero sobre quién llevó la iniciativa del asunto sí han quedado múltiples testimonios. ¿Testimonios orales? Sí. Igual de orales que los que se están alegando en contrario, solo que estos últimos quedaron recogidos por escrito, porque los reflejaron la autoridad franquista y sus eclesiásticos afines. Sin más. «No hay un solo documento que certifique la participación de las milicias venidas de Cataluña en el incendio del monasterio», se ha dicho. Cierto. Tampoco lo hay que certifique la participación del pueblo, ni de que fuera el comité local el que llevara la iniciativa, ni menos aún de que fuera la mayoría de vecinos quien lo hiciera. Todo, TODO, son testimonios orales. En un caso y en otro.
Sobre que haya otras fuentes que certifiquen y den credibilidad a las sospechas contenidas en la Causa General, ya demostré aquí que no las hay. Decir que Julio Arribas Salaberri acusa en su libro al comité local y a las gentes del pueblo es simplemente mentir. Y que «cuele», para alguien tan purista con lo que se debe dejar en manos de especialistas, el testimonio de un coronel de caballería retirado, que un día dice una cosa y otro día dice otra (pongo foto seguidamente de un escrito en el que acusa del incendio a una columna de milicianos), dice muy poco del nivel de un historiador.
Arribas Salaberri destacó la presencia de elementos foráneos como iniciadores de los sucesos en Villanueva. Lo dice muy claro en su libro. Lo que no hace es ocultar la participación de gentes de la localidad. Pero también hay que tener en cuenta otros escritos suyos, como este de 1978, una «Circular informativa» publicada por el Instituto de Estudios Sijenenses, en la que el mismo autor afirma lo siguiente:
Sacaron de la iglesia los retablos, etc., «para formar una gran pira a la que acompañaron toda la gente del pueblo, que fue obligada a entregar las imágenes religiosas que tuvieran en sus domicilios particulares, acrecentando así las materias combustibles para regocijo de un par de elementos que, por cierto, hasta eran foráneos». Así participó «toda la gente del pueblo» para regocijo de un par de tipos de fuera. Yo no sé si puede quedar más claro.
En otro pasaje de esa misma publicación, se dice:
«El jefe de las milicias antimarxistas [errata por ‘antifascistas’] del pueblo». A ver cómo se traduce eso. Milicias, como tal, ¿había en los pueblos, con carácter local? ¿O se refiere a alguien de las milicias llegadas de fuera que se quedó como autoridad en Villanueva? Esto último podría ser plausible, pues ese jefe de las milicias es quien da permiso a un miembro del comité local, Castellón (José Castellón Burgos, miembro de la CNT), para salvar lo que se pudiera de la biblioteca. Valiente miembro del «duro» y «violento» comité que trata de salvar cosas y tiene que pedir permiso para ello…
Lo mismo que el testimonio de Gudiol: él mismo refiere que los del comité acusaron del incendio a desconocidos que pasaron por el pueblo. Por cierto, os pongo las dos versiones del escrito de Gudiol: la original y la publicada, que elimina la referencia a la columna de los Aguiluchos de la FAI.
¿Qué necesidad tenían los del comité de Villanueva de mentir a Gudiol? ¿No se dice que éste «se jugó la vida» al ir a interesarse por las pinturas de Sijena? Si tan violento era el comité, ¿por qué no dijo «sí, hemos quemado el monasterio porque era un nido clerical y como pretendas salvar algo te pasamos por las armas»? ¿Se amohinó el comité ante la presencia de un arquitecto?
En la propia Causa General, al principio del ‘Estado número 3’, se distingue entre «la gente armada» que llegó con un coche y los vecinos del pueblo. Véase:
Transcribo, que casi no se ve: «Hallándose los descritos en las faenas de trilla vieron llegar un coche con gente armada, retirándose a su domicilio donde seguidamente los ocupantes del coche en unión de los vecinos del pueblo que se citan se presentaron amenazando tirar la puerta…».
Gente llegada de fuera, gente del pueblo en unión con ella; demasiadas aristas, demasiadas historias por averiguar y aclarar. No pontifiquemos tan a la ligera.
Y no manipulemos. Digo esto último con carácter general y por un detallito en particular: en los últimos días, el autor de los dos artículos de prensa varias veces referidos, tuitero conservador del Museu de Lleida, ha estado metiéndose con mi libro; poca cosa ha encontrado con lo que hacer sangre, pero me ha llamado la atención su insistencia en afearme que yo hable del «cómodo exilio» de Carles Pi i Sunyer y de Pere Bosch Gimpera, dos consellers de la Generalitat durante la guerra. He calificado su exilio de cómodo, sí; me lo parece en comparación con lo que tuvieron que sufrir los exiliados de a pie. Ellos cruzaron la frontera con el séquito oficial de la Generalitat, no pasaron por campos de concentración y gozaron, rápidamente, no solo de empleos de nivel sino de una ayuda económica de los fondos de la Generalitat en el exilio. Compárese con la situación del resto, a mi modo de ver bastante menos cómoda. Fotografía en sus tuits el conservador el pasaje de mi libro donde eso se dice; pero no se molesta en fotografiar la nota al pie que se ve en esa foto, donde se indica: «El exilio, sin embargo, no fue cómodo para la absoluta mayoría de los republicanos españoles y catalanes». A ver si lo contamos todo y jugamos limpio.
*En realidad tendría que ser «la merdée», en femenino. Me lo corrige un amigo. Gracias. ?
Yo se quienes exactamente cometieron estos desmanes… los salvajes que, ante cualquier situación sin control, afloran sus instintos primarios.
Y salvajes los hay en todas partes, en los milicianos que llegaron de Cataluña y en los habitantes aragoneses de Sijena.
No busquen «tres pies al gato», haciendo el juego a los políticos de turno!!!
Lo importante es quien salvo las obras de arte, quien buscó solución a la comunidad religiosa, etc.
El arte es patrimonio global, sin fronteras, y debe estar donde más personas puedan tener acceso a el mismo.
Al salvamento de Gudiol le falta algo para ser tal: la devolución a su lugar de origen. Sí no, no es un salvamento, es un espolio.
Desde la desamortización hasta 1970, sólo desde Huesca se ayudó a las monjas. El obispo de Lérida jamás. La «solución» de trasladarse a Barcelona significó, con los años, la desaparición de la comunidad.
Y, en cuanto a la difusión del arte, lo concentramos todo en Nueva York, Londres, París… Así lo podrá disfrutar mucha más gente, no?
Muchas gracias por este y todos los artículos de opinión que estoy leyendo.
Por fin me hago una idea de la problemática del monasterio de Sigena. No tienen precio tus opiniones. Te ruego que continúes.