Durante la Guerra Civil hubo mucha gente, mucha, que se dedicó a destrozar el patrimonio o a robarlo: porque sí, como muestra de ‘venganza’ por odio largamente acumulado contra la Iglesia, para lucrarse con el expolio o porque, al decidir un bombardeo, si no importaban las vidas mucho menos habían de importar las piedras.
Pero también hubo otra mucha gente, mucha, que se afanó por salvar todo lo posible, y que a veces se jugaron el pescuezo en el empeño. Sobre estas aventuras se han hecho en los últimos años varios documentales, organizado exposiciones y escrito libros, si bien me parece que es una epopeya aún no suficientemente conocida, y menos agradecida.
Se ha hecho famosa la operación de salvamento de los cuadros del Museo del Prado, pero de lo que ocurrió en la mayor parte de España todavía no se sabe apenas nada. Desde luego, en Aragón estamos casi ayunos de noticias.
Por eso me gustaría compartir con vosotros un episodio protagonizado por el escultor catalán Apeles Fenosa, que intervino en el rescate de algunas piezas aragonesas. Es una entrevista que le hicieron, en diciembre de 1936, en la revista Mirador. Os reproduzco algunos fragmentos, y luego comentamos. La cita es larga, pero merece la pena leerla. Y luego añado un par de reflexiones.
En fin, otro «post-tocho» de los míos… pero creo que el tema es interesante y da mucho juego.
El artículo se titula «Cataluña ha salvado en Aragón un tesoro artístico«, y son palabras de Apeles Fenosa:
–Nosotros procuramos salvar el tesoro artístico de Huesca y de Zaragoza, superando en todo lo posible la destrucción de la guerra y de la revolución. Procuramos salvarlo y, después, acabada la guerra, lo devolveremos, restaurado y hechas las obras necesarias de conservación, al pueblo de Aragón, como homenaje, como prenda de hermandad y de solidaridad del pueblo catalán –ha dicho el escultor Apeles Fenosa, miliciano de Cataluña, valiente luchador de nuestra causa, salvador, hoy, de un inmenso tesoro artístico en la provincia de Huesca.
[…]
–Es una tarea ingrata y que no es comprendida por el pueblo. Un día me matarán, confundiéndome con un ladrón, con un aprovechador del pillaje. Ingrata por culpa de los que no comprenden. Ingrata por culpa de los de mala fe y de los ignorantes, y de los que sabiendo lo que vale todo esto, sin haber hecho nada para salvarlo, cuando lo ven salvado te acusan de ladrón y de vampiro de un pueblo.
>He recibido una carta –se explica— de un individuo que nos acusa, a todos los catalanes, de aprovecharnos de las circunstancias actuales para expoliar a un pueblo que no sabe lo que tiene. Nos trata de fenicios, de piratas del arte y no sé de cuántas cosas más. Como el de esta carta hay muchos. Pero ellos no han hecho nada por ayudarnos; nada para salvar nada. Son los eternos criticadores e incapaces, por cobardía, de emprender esta tarea por su cuenta.
>Llegamos a Grañén cuando se partían los trozos de un retablo magnífico, espléndido, para hacer leña. Trozo a trocito lo recogimos, aprovechando hasta la última astilla. Pero lo mejor, lo más valioso, ya está perdido.
>En Lanaja, ya el viento se habrá llevado las cenizas de un importantísimo tesoro, de un extraordinario tesoro conocido en todo el mundo. Hemos salvado tan sólo dos retablos muy buenos de principios del siglo XV- Yo sé que la historia me ha de agradecer las angustias y malos ratos que pasé para salvarlos.
>En Tardienta, “Shum” salvó algunas cosas y estuvieron a punto de fusilarlo. No lo comprendían.
>A Pallaruelo de Monegros llegué un mediodía con el coche de un médico, pues mientras hay tanta gente haciéndose los chulos, nosotros estamos salvando millones y millones y no tenemos forma de encontrar un vehículo. Encontré un retablo formidable de diez metros de alto, desmontado y en el patio del Comité. ¡Lo querían para hacer leña en el invierno! Después de pelearme con todo el mundo y de pasar casi por fascista, conseguí meter tres piezas dentro de la iglesia. El Comité me prometió que pondría el resto a salvo de la lluvia, mientras yo iba a buscar un medio de transporte. Temía la lluvia; fui todo lo deprisa que pude, pero llegué en el preciso momento en que estallaba una tormenta y casi deshacía el retablo. Entonces, el Comité, al que yo había prometido maestro y biblioteca, no me dejó coger el retablo mojado porque decía que quería a cambio una camioneta. “Pero si esto para vosotros no vale nada; lo dejáis que se moje y se estropee”, les dije. “Para nosotros no; pero vale para leña. Se ve que para usted vale mucho. Páguelo, pues”. Y como no tenía una camioneta que darles, allí se quedó el retablo. ¿Qué valor representaba? Era una joya y, bajo la lluvia y el sol, no quedará nada.
>En las cercanías de Barbastro. Tres meses de revolución. Cartas escritas protestando airadas de los supuestos expolios. Pues bien: en la iglesia de San Francisco encontré ocho retablos que no cambiaría por ningún Fra Angélico. Estaban mezclados con la leña para quemar. Avisé a las autoridades para que salvaran aquello. Vino un individuo y, en lugar de ayudarme a encontrar los trozos que faltaban, avisó al Comité diciendo que allí había un tipo que quería robarles un tesoro. Un tesoro que hacía tres meses que estaba allí para leña y del cual ya habían quemado parte.
>Y después, todavía, los incomprensivos de Cataluña. Aparte del PSU y de otros compañeros que comprenden estas cosas, y de un pequeño apoyo por parte de la Generalitat, ¡cuántas amarguras! ¡cuántas indignidades! De Lérida a Igualada, llevando un cargamento de retablos, nos persiguieron a tiros. Sabían lo que llevábamos y se lo querían quedar.
>Tenemos intención de devolver solemnemente, restaurados y conservados, los retablos aragoneses. Esto pertenece a un pueblo y tiene derecho a tenerlo. Cataluña tendrá el honor de haberlo salvado, haciendo una obra de civismo. Crearemos en Aragón un Museo de Arte Aragonés. Ya tengo casi el sitio escogido. Creo que lo conseguiremos. Pero si la desconfianza crece, se lo tendremos que devolver tal como está. Y dejar que se pierda todo este tesoro. Ellos se lo habrán ganado. Pero a pesar de todo, creo que sabrán comprender nuestro esfuerzo y, a la vez, la honorabilidad de nuestras intenciones. Y que no permitirán que unos tesoros que pueden constituir su orgullo el día de mañana, desaparezcan lastimosamente en mitad de las pasiones que, justificadamente, despierta la lucha antifascista.
Nuestro trabajo y nuestros desvelos se verán recompensados con creces el bendito día en que podamos hacer la ofrenda al pueblo de Aragón, juntamente con su libertad, de los grandes tesoros artísticos, hechas las obras precisas de restauración y conservación, como una prueba bien patente de solidaridad y hermandad.
Todas las obras que nombra Fenosa, de Grañén, de Lanaja, de Pallaruelo de Monegros… están conservadas en su lugar o en los museos de Huesca o Zaragoza. Así que volvieron. Fenosa se peleó con la incomprensión de todos: de los milicianos y comités, de los aprovechados del camino… bueno, ya lo relata él con mucha viveza, harto de pelearse contra todos y contra todo, lleno de buenas intenciones… que jamás se cumplieron y que tal vez pecan de paternalismo (mucho me temo que agrandado por el redactor de la noticia), pero que yo me creo, después de conocer su biografía y sus historias en el exilio. Porque tuvo que exiliarse, claro.
Él dice, en un momento: «Yo sé que la historia me ha de agradecer las angustias y malos ratos que pasé para salvarlos». Pero nadie le agradeció nada, que yo sepa. Ahora ya es tarde, pero quizá debería honrarse su memoria.
Es odioso que a los aragoneses nos traten de descuidados, desidiosos con lo nuestro, paletos… y todas esas lindezas que nos regalan nuestros vecinos catalanes de vez en cuando (y que nosotros mismos nos adjudicamos demasiado a menudo; es buena la autocrítica, aunque malsano automachacarse de esa forma); pero también es igualmente odioso que nosotros tildemos a nuestros vecinos catalanes a toda hora de ladrones, aprovechados y jetas.
Lo del litigio de los «bienes de la Franja», como lo de otros bienes que no entran en ese litigio pero que habrían debido hacerlo, como los de Sijena, es un caso que se ha envenenado malamente y con malas artes, pero eso no debe hacernos generalizar a la brava. (Aunque, eso sí, yo seguiré afilando el colmillo con los responsables de cualquier expolio de nuestro patrimonio: una cosa no quita la otra.)
En lo poco que vale, vaya desde aquí mi sincero agradecimiento a Apeles Fenosa. Gracias, amigo: bendita sea tu memoria. También, y junto contigo, mi agradecimiento y admiración al chófer que protagonizó este hecho que una vez contaste (y que he extraído de aquí):
Un día, en un pueblo de Aragón, [Apeles Fenosa] fue denunciado por unos traficantes que habían organizado un golpe con el POUM-28 porque creyeron que era un sacerdote. El camión estaba cargado y listo para arrancar. Apel·les se encontraba solo con el chófer. No iban armados. Se pusieron en camino para volver a Barcelona. A cierta distancia del pueblo fueron detenidos, en la montaña, entre Tàrrega y Cervera. Uno de los bandidos subió al camión y se sentó entre el chófer y Apel·les. Armado con un revólver, exigió al conductor que cambiara de dirección para poder encontrarse con sus cómplices, que le esperaban para robar el cargamento. Cuando el camión llegó a un lugar muy peligroso —una curva sobre un precipicio—, el chófer dejó el volante, cruzó los brazos y ordenó al bandido que tirara el arma. Y lo hizo inmediatamente. Apel·les me contaba a menudo este momento trágico; sentía una viva admiración hacia el chófer que, arriesgando sus vidas, salvó el cargamento.
No sabemos su nombre ni su procedencia, pero simboliza a todos los que en aquella maldita guerra se la jugaron por salvar «cuatro tablas viejas». Muchas cosas se perdieron pero… ¡cuántas otras se salvaron!
hay un muy interesante libro sobre este tema editado hace una decena de años en la colección sindéresis de la editorial la val de onsera. se titula «arte y guerra civil» y está escrito por luis monreal y tejada, un aragonés que fue comisario del patrimonio artístico nacional en el bando franquista y que entró en ciudades como lérida, barcelona, valencia o madrid poco después de su captura catalogando las colecciones de arte requisadas que se encontraban en almacenes improvisados. un libro muy curioso que cuenta, por ejemplo, como acabaron las pinturas de la sala capitular de sigena en el museo de arte de cataluña.
Lo tengo ese libro, Ángel, y me lo he leído tres veces. Sobre el episodio del arranque de las pinturas de Sijena ando hace tiempo con un borrador de post eternamente aplazado, en el que llevo idea de incorporar un texto de José Gudiol, el que las arrancó, que encontré hace poco y que también es interesante. Aunque me parece que el cómo se quedaron definitivamente en el Museo de Barcelona es todavía una cosa muy poco clara. Desde luego, Monreal no cuenta más que una pequeña parte de todo aquel asunto.
Besos grandes,
Dedicado a las que vamos a contracorriente. Va para ti MariInde
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Montañesa: ¡es precioso! Madre, qué cosa más bonitaaaa… ¡¡GRACIAS!!
Me parece acertadísimo que lo hayan hecho pa el Azagra, que es un crack.
¡Ole! 🙂
Está muy bien este post, pues compensa la parte negativa que tienen los catalanes para los aragoneses, en este caso cabe resaltar lo de los bienes de la raya y el maqueo/apropiación indebida de nuestros símbolos históricos.
No obstante, yo les admiro y les tengo una envidia sana, que si fuésemos un poco más como ellos otro gallo nos cantara.
Zagrí: a mí lo que no me gusta es que se generalice así, hala, a la brava. Los aragoneses, paletos y los catalanes, agarraos; los aragoneses, desidiosos y que no saben hacer nada solos, que siempre van a rebufo, y los catalanes jetas, resabiaos, ladrones…
Venga, que unos y otros damos vergüenza ajena.
Esta ha ido de un lao, la siguiente irá de otro, la siguiente de la anterior. Llevo varios posts medio preparaos que van dando «leña» a un lado y a otro. Con la única intención de que se vea que en todas partes cuecen habas, que nada es blanco o negro… En fin, lo normal que sabe cualquiera. Desde luego que no pretendo descubrir América; sólo intentar centrar un poquito el foco. Que a todos, y a mí la primera, me parece que nos viene bien de vez en cuando.
Besos. Un honor, tu visita, como siempre.
Me parece que todos nos miramos demasiado el ombligo.Apeles quiso salvar el Arte viniera de donde viniera.Salvó el de Aragón porque era lo que tenía al lado.Hubiera hecho lo mismo si hubiera estado junto a Tenerife.Él puso en juego su vida solo por el arte.
Es una pena que fuera de Cataluña no se le conozca.
Mariamf, bienvenida a esta bitácora. De acuerdo con lo que dices, pero… me temo que en Cataluña tampoco se le conoce mucho. Es una pena: este tipo de personajes no reciben el reconocimiento que merecen.
muy bueno el articulo y aportador del dato clarificante de que no todos los que bajaron de cataluña eran fieras humanas sedientas de sangre secular. la gran desgracia es que ciertamente casi todos los incendios de iglesias , expolio de patrimonio, venta de objetos a anticuarios, eran en su mayoria realizados por parte de milicianos catalanes. los aguiluchos de la F.A.I del famosisimo Durruti, las columnas negras, POUM, CNT, UHP, PCE etc,etc,etc.
Manuel Azaña dio el pistoletazo de salida con su famosa frase » vale mas la vida de un miliciano que cualquier convento, etc,etc »
soy republicano por parte de familia y por convicción inquebrantable, pero lo que se hizo con el patrimonio en España, no os podéis imaginar lo que me duele.
un saludo y asi seguir trabajando el blog en esta linea
salud
Muchas gracias, Juanpe. Lo que dices de las columnas de milicianos que venían del Este es cierto, sí. Pero también que, al quedar Zaragoza en la zona «nacional», las tierras oscenses quedaron un poco en tierra de nadie y también vinieron de allí las partidas de la Generalitat que trataban de salvar el arte. Tampoco en eso las cosas fueron siempre limpias, como ocurre en toda guerra, que es terreno abonado para los aprovechateguis de todo color… pero a la gente que se la jugó de esta forma hay que reconocerle su valor.
A mí también me duelen mucho todas las tropelías que se hicieron, y tanto como se perdió. Bienvenido, Juanpe!
Me emociona leer esto … la dignidad, la honestidad, no tienen precio.
Mari, cuanto aprendo contigo tía.
Te agradezco mucho el comentario, Mima. Estoy muy desmoralizada. Creo que esto no tiene remedio y que intentar poner un poco de razón en esta mierda no sirve para nada.
Gracias por el artículo y este blog. Lo necesitaba.