Una vez más, y no sé ya cuántas van, se publica en la prensa un artículo sobre Sijena con el objeto de tachar a los aragoneses de descuidados con su patrimonio. El concepto clave vendría a formularse más o menos así: «sois unos desidiosos, el patrimonio os da igual, y solo os interesáis por los bienes de Sijena porque están en Cataluña, ergo por anticatalanismo». En este caso, el banderín de enganche sobre el que basar ese concepto es el del estado ruinoso del monasterio en los años ochenta, concretamente en 1988, mostrado en un reportaje fotográfico hecho por Montserrat Manent. El reportaje fue fruto de un encargo editorial: los volúmenes de «La Corona de Aragón / La Corona d’Aragó, iniciativa bienintencionada, dirigida por Guillermo Fatás y publicada en 1988, que ya se ve el fruto que obtuvo en Cataluña, a juzgar por lo que afirma la propia fotógrafa: a pesar de que nunca se le había hecho un encargo de tal importancia, y de que nunca le habían pagado tan bien, abomina del resultado, al que no pone más que pegas; le parece extraño, fíjense ustedes, que la editorial que llevó adelante el proyecto ¡tuviera dos sedes, una en Barcelona y otra en Zaragoza!
Bien, se trata de unas fotos que, efectivamente, muestran el mal estado en el que se encontraba el monasterio en esa fecha, «justamente la imagen que desde Aragón no agrada dar a conocer», «la imagen de un patrimonio histórico de primera magnitud totalmente olvidado durante el franquismo y, lo más sorprendente, hasta bien entrada la democracia». Hasta entonces, se indica, solamente «se habían hecho actuaciones mínimas para frenar su degradación».
¿Y qué ocurrió cuando por fin se hicieron obras? Pues que se hicieron «tard y malament».
Bueno. Que no se actuó en Sijena hasta los años ochenta es casi cierto. El Estado, durante el franquismo, puso cuatro duros bochornosos que además se emplearon fundamentalmente en la iglesia. ¿Aragón se había desentendido? No. Reclamó muchas veces la intervención de Bellas Artes, y hasta de Regiones Devastadas. Tras el desescombro parcial realizado por el Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional (en adelante, SDPAN) en 1938, quien se desentendió del monasterio fueron los responsables del Estado en Madrid. En 1942 se hizo un proyecto de obras impulsado por el comisario de ese servicio en Zaragoza, pero, pese a tener todas las aprobaciones habidas y por haber, consignada la correspondiente partida presupuestaria y lista para su libramiento, el proyecto jamás se realizó. Protestó la Real Academia de la Historia, la Comisión Provincial de Monumentos de Huesca, por supuesto protestaron las dueñas de Sijena (que volvieron en 1945 a vivir entre las ruinas, para ver si, viendo su precariedad, alguien se conmovía y las benditas obras se ponían en marcha), protestó Mariano de Pano y protestó el propio comisario del SDPAN, que llegó a hablar de «bloqueo», protestó también el arquitecto autor del proyecto. La situación se denunció en la prensa por Ricardo del Arco una y otra vez.
Pero nada se movió. Francisco Íñiguez, comisario general del SDPAN en Madrid, había desestimado la posibilidad de reconstruir el monasterio ya en 1948. ¿Por qué?
En el 49 las religiosas denunciaban el peligro de derrumbe de un muro y pedían que se actuara aunque fuera sólo para evitarlo. Su denuncia llegó al Ministerio de Educación Nacional pero no se hizo nada. Hasta 1950 no se consigna ni una peseta para restaurar nada. Sijena era Monumento Nacional, pero a la Dirección General de Bellas Artes, encargada de restaurar los bienes culturales deshechos en el país durante la guerra, este monasterio no le interesó. En 1950 se destinaron 50.000 pesetas, con las que, según afirmaba el arquitecto Fernández Vallespín, «poco podemos hacer: más bien se trata de dar una pequeña satisfacción a las monjitas». El dinero se destinó a reparar parcialmente la techumbre de la iglesia.
En el 52, tanto la priora como el alcalde de Villanueva de Sijena (el pueblo, 500 habitantes, era el único que echaba una mano con lo que podía durante esos años) y el gobernador civil de Huesca volvían a reclamar la restauración de, al menos, lo más urgente (la pared que corría peligro de caerse ya se había venido abajo). El director general de Bellas Artes se trasladó esas reclamaciones a Íñiguez, comisario general del SDPAN, y éste, sin disimular su hartazgo por tantas reclamaciones, contestó:
tengo la honra de informar a V. I., reiterando el informe verbal como consecuencia del escrito de la abadesa de aquel monasterio, que dado el pésimo estado del mismo como consecuencia de los desperfectos e incendios padecidos durante los años de dominación marxista, es completamente imposible que por este Servicio sea atendida ni aun su conservación y menos aún su reconstrucción.
Es difícil ser más contundente.
En los años sucesivos, sin embargo, se destinaron pequeñas cantidades: 81.000 ptas en el 53, 59.000 en el 55, 50.000 en el 59. Todo se fue para reparar la iglesia, que era lo que menos prisa corría porque era la parte menos afectada. Para colmo, el encargado de las obras fue Fernando Chueca Goitia, del que en Aragón tenemos pésimo recuerdo. En los años 60 se restauró el refectorio y en 1972 dos tramos de la arquería del claustro.
Hasta mediados de los 50, el Estado había invertido en la restauración de Poblet (abandonado para la Desamortización, hacía cien años, en estado de total ruina y sin haberse visto afectado en absoluto durante la guerra) más de 3.300.000 pesetas. Que no serían ni mucho menos las últimas. Hay agravios comparativos alucinantes, que todavía lo son más cuando, encima, te acusan de desidia, ignorancia, abandono, etc., etc., etc.
En 1982 Aragón se dotó de un Estatuto de Autonomía. A finales del 83 le fueron traspasadas las competencias en Patrimonio. En el 88, mientras la señora Manent hacía sus fotos, indignada porque en el pueblo le habían hablado, dice, «con indiferencia y menosprecio» (a saber por qué), el Gobierno de Aragón elaboraba el proyecto director de intervenciones en el monasterio. La restauración se inició al año siguiente. Por fin alguien se encargaba de rehabilitar la sala capitular.
La restauración no fue adecuada, sin embargo. Esto lo reconoce hasta el lucero del alba. Pero no he podido evitar reírme al leer en el artículo de El Punt Avui que «se dejaron unas aberturas por donde entraba el agua de la lluvia, de manera que se acabaron de estropear los restos de pintura que no se habían arrancado».
Hasta ese punto llega la idea fija, obsesiva, enraizada hasta lo más profundo en algunas cabezas, de que los aragoneses somos unos bárbaros. ¿Cómo se van a dejar «aberturas» en la cubierta de la sala? De verdad, ¿es posible que alguien sea capaz de creerse, y luego escribir en un periódico, una cosa así?
Lo que se hizo fue poner una cubierta de madera y cristal. Y, para tapar los cuatro arcos de entrada, puertas también de cristal. Actuación inadecuada totalmente porque si algo necesita esa sala es «respirar», y si la cierras con cristal consigues que la humedad se acumule en su interior. Que es lo que ocurrió y que se hace evidente, sobre todo, cuando llueve: se recoge humedad. Es un poco ridículo que en el 91 le dieran a aquella restauración un Premio Hispania Nostra; pero fíjense, se lo dieron. Qué cosas.
Hasta la redacción de El Punt Avui, supongo, lo que habrá llegado son fotografías de la sala del estilo de las que reproduzco aquí, y allí se habrán pensado que esas franjas del techo por donde pasa la luz estaban abiertas. Los brutos de los aragoneses, cubriendo la sala capitular del monasterio pero mal, dejando aberturas para que entre bien el agua de la lluvia y se llene aquello de charcos…
A mí todo esto me da mucha vergüenza, qué quieren que les diga.
Esta es la pintura de la sala capitular que «quedó sin arrancar»: un repinte ‘tipo tebeo’ o ‘modelo comic’ realizado en el siglo XVIII en la parte baja de uno de los arcos. Por algo se quedó ahí y no lo llevaron a Barcelona. Pero ahí sigue.
En el año 2000 (no en el 2004), el Gobierno de Aragón firmó un convenio con Caja Madrid para llevar a cabo la restauración del conjunto. Las obras se llevaron a cabo hasta el 2006 y se hizo una excavación arqueológica, un estudio de las estructuras en profundidad, la consolidación de la parte ruinosa (la del ala Oeste) y la restauración del resto del claustro. Aquí tienen documentación si la necesitan, que creo que la necesita más de uno.
También les puedo sugerir que entren en DARA y busquen fotos sobre Sijena y su estado ruinoso en los 70. Están al avast de tothom, no se esconden aunque duela.
Fotos de José Oltra. Fototeca de Huesca.
En el 2015 se acondicionó parte de los dormitorios para acoger las piezas en litigio. Y en el 2016 se ha acometido la nueva restauración de la sala capitular.
«El largo abandono de Sijena» tiene bastantes más matices que los que, con unos prejuicios que hacen sangrar los ojos, cuenta ese artículo. Otro rato, si quieren, les cuento el largo abandono de Poblet, del que hemos mencionado algo antes. Que se lo van a pasar bomba.
Un detallito final: el monasterio de Sijena, nos repiten a menudo, dependía del Obispado de Lérida/Lleida desde 1873. ¿Se ocupó ese obispado de reclamar algo para Sijena? ¿Se acordó de que las monjas que lo habitaban vivían entre las ruinas? ¿Se «mojó» alguna vez por ellas? Una sola vez el obispo leridano escribió al director general de Bellas Artes, en 1945; y lo hizo para pedirle atención al monasterio… planteándole que podría costearse su restauración con el dinero que se obtuviera de las piezas de patrimonio artístico que todavía tenían las monjas. Una cosa de absoluto bochorno. Pero cuando hay que sacarle los colores a alguien, nadie se acuerda de que Sijena dependía de Lérida.
Qué rápida que eres… Menos para contestar correos electrónicos, ahí ya no.
Dices que las obras empezaron en el 2000? Ay, Inde, que la hemeroteca a la que tanto recurres dice que fue en el 2004.
Y, hablando de Poblet, solo una cosita: la restauración plena de Sijena ha culminado? A 2016? Los seis millones de euros que estaban previstos invertir a partir del 2009, qué habrá sido de ellos?
Y, lo más sorprendente, que una «experta» defienda el desastre de intervención que se hizo en el 1991 en la sala capitular… Oye, que ni a los políticos aragoneses he visto quitarle tanta importancia como tu haces (premio incluido, eh?). Al menos ellos se indignaron (hemerotecaaaa).
No veo que te apoyen demasiados académicos, universitarios, historiadores, técnicos… aragoneses en tus tesis. No los veo, no.
¿Quién está defendiendo esa restauración? Lee con calma, anda.
Te contesté varios correos electrónicos rápidamente. No te contestaré más.
Tú contestas, pero saliéndote por peteneras.
Contesta tu en abierto: la restauración plena de Sijena ha concluido?
No. ¿A qué viene esa pregunta? Están haciendo obras ahora, es del dominio público, y se harán más cosas que las iniciadas ahora. ¿Qué es eso de que conteste «en abierto»?
Ahhh… ahora estais en ello! Caramba! Que tonta soy, no lo había pillado. Pq a ti no te parece extraño que se haya tardado tanto en dignificar un monumento de la magnitud de Sijena, no? Bueno, que aun no lo está. Y, claro, era mucho más urgente reclamar las obras «expoliadas», verdad?
Y tu me diras q a que viene esta pregunta…
Los periodistas catalanes partís de un dato erróneo. Las reclamaciones no las inició la DGA si no el ayuntamiento de Villanueva de Sijena. Luego se sumó la DGA. Es cierto, la DGA debería de haber dedicado más dinero a la restauración pero eso no invalida las pretensiones del ayuntamiento de Villanueva.
«La restauración no fue adecuada, sin embargo. Esto lo reconoce hasta el lucero del alba», ¿esto es defender la restauración?
¿No crees que, aún con las objeciones que pones, el post de Inde invalida casi por completo tu artículo en el Punt Avui? ¿Tendrás la valentía de escribir otro artículo rectificando lo que has escrito en éste?
Si con el último párrafo te refieres al diferente trato que lleva Inde en relación