En el enésimo artículo de El Punt Avui contra el traslado del patrimonio de Sijena a su lugar de procedencia, en el que se aprovecha una vez más para pintar un retrato lo más feo posible de los aragoneses, se dice que el MNAC es la UCI de las pinturas murales. Puede que lo sea en los últimos veinte años; antes de eso, era muy otra cosa. Las pinturas allí no estaban bien conservadas en absoluto, y desde luego no les sentó bien el clima húmedo de Barcelona. Me refiero a todas, obviamente, no solo a las de Sijena.
Os dejo aquí un fragmento de mi investigación sobre el particular, del que he eliminado las notas a pie de página (esas, en el libro, que saldrá en un par de meses), para que veáis lo que decían los expertos, incluido Gianluigi Colalucci, sobre el estado de conservación de las pinturas murales románicas en el MNAC en distintos informes realizados entre 1989 y 1994, durante las obras de restauración del museo:
Entre 1987 y 1995, las pinturas de Sijena permanecieron desmontadas en un área de reserva habilitada en la planta alta del MNAC mientras se llevaban a cabo las obras de restauración y renovación del edificio. Los arcos tuvieron que ser desmontados separados en dos mitades. El proyecto de obras había comenzado a idearse en 1985, pocos años después de la última reorganización de las colecciones y cuando se había desechado la idea de trasladar el museo al Monasterio de Pedralbes por considerar el edificio del Palacio Nacional de Montjuic inadecuado para albergarlas. Las obras finalizaron, para la sección de románico, en 1995.
Se aprovechó el cierre del museo en esos años para proceder a la restauración de las pinturas murales, pero no consta que las de Sijena lo fueran, al menos en profundidad. El entonces director, Eduard Carbonell, hace constar únicamente que fueron “consolidadas”. En 1988 y 1989 se elaboraron informes previos sobre el estado de conservación de la colección de pinturas románicas del museo a cargo de Joaquim Pradell y Eduard Porta. Según afirmaban estos técnicos, era la primera vez que se realizaba «una comprobación exhaustiva del estado de conservación de las obras», y la valoración que hicieron fue muy negativa. Su análisis se centró principalmente en los ábsides, sobre los que, en las conclusiones generales, destacaban como puntos más preocupantes la fragilidad de los soportes de madera, para varios de cuyos traslados realizados hasta la fecha, que desde los años veinte fueron al menos seis, se habían practicado cortes que permitieran su transporte en camiones, y en los que encontraron carcoma activa que hacía precisa una completa desinfección; debilidad también en los tejidos soportes, «que de progresar su deterioración [sic] destruirán completamente las pinturas»; presencia de sales solubles sobre muchas áreas de las capas de color, que las habían degradado y ocasionado su descohesión; numerosas tachuelas de hierro oxidadas en todas las capas pictóricas y en todos los ábsides, que habían provocado la corrosión de las telas y manchas de óxido irreversibles; defectos y alteraciones en las reintegraciones pictóricas; y abundante «suciedad, mugre, polvo y excrementos de paloma y de rata», debida al «pobre estado de conservación del edificio». Este último, por «las numerosas aberturas y grietas» que presentaba, permitía «el paso de pájaros y roedores que anidan muchas veces directamente en el interior de los ábsides». Finalmente, destacaban que «la mayoría de los daños detectados tanto en los soportes como en las capas pictóricas y resto de materiales» habían sido provocados por «la humedad relativa elevada y los cambios bruscos de ésta», así como, en los últimos años, «por el incremento constante de la contaminación atmosférica». Y todo ello, en conjunto, por «la ausencia total de sistemas de control del clima desde la fundación del MAC».
En abril de 1989, una reunión de expertos en la que se integraron varios restauradores del equipo técnico del museo y otros internacionales, determinó varias recomendaciones sobre el traslado e instalación de las pinturas, así como sobre sus necesidades de conservación; entre ellas pedían que el estudio del estado de conservación de las pinturas se ampliase «a las pinturas murales planas que forman parte, también, de las pinturas del Museo».
En 1992 se encargó un nuevo análisis del estado de conservación de las pinturas a Marcel Stefanaggi e Isabelle Dangas, que expusieron en sus conclusiones que «el estado de conservación de las pinturas murales románicas del MAC puede ser calificado de deficiente», reafirmando en líneas generales el contenido del informe de 1989 y añadiendo algunos otros problemas, singularmente la existencia de líneas eléctricas activas clavadas directamente sobre la estructura de los ábsides, sin protección, lo que entrañaba graves y obvios peligros.
Pocos meses después, en agosto, se presentaba un proyecto de restauración de los ábsides del MNAC por Gianluigi Colalucci que, pese a que se denominaba «Proyecto ábsides», no excluía las pinturas planas. En él se recogía el dato de que los ábsides habían sido trasladados al menos cinco veces y que «no queda constancia de que se haya realizado nunca una restauración a fondo; las únicas intervenciones realizadas se han dedicado a una fijación externa de la pintura con resultados poco menos que desastrosos», de manera que «tanto el estado de conservación como el estético están pidiendo a gritos una restauración».
Por último, un nuevo informe realizado en 1994 confirmaba todas las patologías señaladas, en algunos casos agravadas. En este caso se hacía una referencia directa a las pinturas de Sijena:
Hacemos una mención especial de las obras que presentan graves problemas de conservación: arcos de Cardona, arcos de Sijena y un fragmento de pintura de San Pedro de Arlanza. Estas presentan levantamientos de película pictórica con peligro de pérdidas de color, formaciones de hongos, sales y una gran acumulación de polvo y suciedad sobre la película pictórica.
Os dejo también un par de fotografías de los documentos en los que me baso.
Es cierto que hoy por hoy no se reúnen las condiciones adecuadas en Sijena para acoger las pinturas. Se están haciendo obras para conseguirlas. Si no se consiguieran, no habría que trasladarlas. Lo primero, en efecto, es su preservación. Pero, con las debidas garantías, puede hacerse. El propio Colalucci desaconsejaba mover los ábsides de San Clemente de Taull y demás en los años 90, cosa que debía hacerse con motivo de las obras de restauración; pero lo consentía, porque había de hacerse. Se tomaron las medidas correspondientes, y los ábsides se trasladaron, pese a que estaban en un estado de conservación delicadísimo, muy malo. En algunos casos, la intervención propuesta era más radical y, en este caso sí (no como en Sijena), consistía en arrancar de nuevo las pinturas y otorgarles un nuevo soporte, por degradación del que tenían. Colalucci es un magnífico restaurador pero tiene mala memoria.
Las evaluaciones del personal del propio museo eran mucho más severas:
Está bien que las cosas las evalúen los técnicos, estoy de acuerdo. Pero que se acuerden de todos los episodios vividos, y que no se limiten a hacer de voceros de la versión de una institución. Que lo cuenten todo, que lo evalúen todo.
¿Qué tiene que decir a esto la señoria Maria Palau? ¿Que tiene que decir ahora El PuntAvui?
Insistir, como ya ha insistido Inde muchísimas veces, que esas pinturas se conservaron 700 años en ese «pantano» lleno de humedad y salitre.
No les quedan argumentos y salen con la mentira y la manipulación.
¿Es este el GRAN historiador y EXPERTO que iba a salir estos días en la prensa a defender al MNAC? Por que el otro día el señor Velasco lo anució a bombo y platillo por las redes sociales.
¿Es este tipo lo mejor que sabéis hacer? ¿Nada más? Qué decepción…
Yo esperaba grandes nombres de museos internacionales, leyendas vivas expertas sobre romanico… Y no un señor, que será experto y todo lo que quieras, pero que tiene la memoria de un pez.
Les noto nerviosos, bridemos por Sigena.
Si salir, saldrán más, seguro. La cuestión es que saldrán ahora, cuando ya está el juicio perdido. Y que nadie recordará esta tremenda historia de descuido dentro del propio MNAC, donde les anidaban hasta pájaros y ratas, y se hacían intervenciones desastrosas. Llega a pasar algo así en un museo aragonés y buenoooooooo!!!
Gracias por tus análisis y por todas las cosas que explicas tan detalladamente.
Te seguimos, aunque desde muy lejos, vivo en Oslo y les cuento a mi familia vikinga acerca del tema y de esta terrible historia acerca del monasterio y de su arte.
Seguiré leyendo tus escritos!
Gracias otra vez!
Hoy Maria Palau en el Punt Avui vuelve a la carga: Caso Sigena: escuchad a los expertos!
Se refiere, naturalmente, a lo mismo que la noticia de ayer. Dice que el MNAC tiene previsto organizar en breve, un simposio con los mejores especialistas del mundo para tratar el tema. Estaría bien que aprovecharan para preguntarles si trasladar a Aragón las 115 piezas de las parroquias de la Franja y las 53 de Sijena suponen «un problema gros». Si no es así no hay ningún problema para que se devuelvan ¿no, señora Palau?
He releído este post por un comentario de un tal José María (@josanchag) en Twitter. Según este señor, dices que «el MNAC es un lugar infecto lleno de cagadas de paloma… ahora, son los demás los de la bilis… ella no». Ya ves, Inde. Qué manera de resumir: un lugar «infecto». Tú no usas esa palabra y todas las cosas negativas sobre el MNAC, las dicen técnicos en documentos que muestras. No es falta de comprensión lectora, es mala fe. Lo que ocurre es que, a algunos, no les hace ninguna gracia que se diga nada negativo de Cataluña y los catalanes. Eso sí, de los aragoneses pueden decir lo que quieran, que no tenemos que ofendernos porque es verdad.
Otra cosa curiosa de este señor. Parece que le jode que haya gente seria que crea lo que escribes sobre Sijena («te compran el discurso»), porque, claro todo lo que dices es mentira. Los únicos que pueden habla con conocimiento sobre Sijena son los catalanes, especialmente Albert Velasco, al que presentan en los medios como «experto en Sijena» y nadie en Cataluña lo pone en duda.