Hace justo un mes estuvimos en Jánovas celebrando su fiesta. Fue un día emocionante y divertido, muy entrañable. Su gente sigue adelante a pesar de la desidia de la Administración y de las añagazas y sinsabores que les procuran los de siempre, porque han decidido que la mejor manera de combatir todo eso es no dejar de construir. Destruir es lo fácil. Construir, lo noble. Y tener un proyecto común para hacer que algo “tire p’arriba”, lo más sano del mundo.
La escuela, la Casa del Pueblo, está casi terminada (sólo faltan las ventanas, “alicatar” algunas cosas por dentro y poco más) y el fuego de su hogar tira que se las pela, haciendo salir esa rondadora bandera de humo por la chimenea que tanta alegría da ver. También han terminado el horno, porque Jánovas no se concibe sin lifara.
En el balcón más alto de la Casa del Pueblo, una pancarta anunciaba la fiesta y allí salió Toni Garcés a dar un divertido pregón que contenía una dosis de agradecimiento y otra de leña para quienes la merecen; eso sí, con la retranca que caracteriza a este hombre de humor, valentía y nobleza envidiables. Félix Buisán lanzó seguidamente el cohete que iniciaba la fiesta y allí corrió el vino, las cervecicas, las charradas y las risas.
Y empezó a rondar La Ronda. Entretenida en mil capazos alcancé a los músicos cuando llegaron a cantar “La casa caída” delante del que había sido hogar de los Garcés y pude asistir así a uno de los momentos mágicos del día: tantas voces entonando juntas aquello de “Si se nos cae la casa, se vuelve a levantar” llegaban al corazón de una forma especial y reafirmaban el empeño por no darse por vencidos jamás.
Mi familia y yo nos sentimos como en casa en ese pueblo maltratado pero nunca vencido. Es como si nos hubieran adoptado. Joaquín, mi marido, dice a cada rato que quiere ser de Jánovas. Tiene gente verdaderamente genial y aunque hay de todo, como en todos los pueblos, predomina allí un espíritu noble y generoso, animoso y socarrón que confiere al grupo una personalidad especial. Tienen… no sé cuál puede ser la palabra: magnetismo, quizá.
Lo llamemos como lo llamemos, fue eso lo que atrapó a Jordi Évole y a todo el equipo del programa “Salvados” cuando este verano fueron a grabar el programa que han dedicado a contar su historia. Évole ya ha manifestado en alguna entrevista que se enamoró de Jánovas y que éste es su programa favorito de esta temporada. Hasta tal punto es así que han querido demostrarlo organizando un pase previo y una fiesta en el pueblo, hasta el que se desplazaron ayer domingo todos quienes forman parte de “Salvados” con sus familias, las parejas, los chiquillos y unas enormes ganas de pasarlo bien y confraternizar con el personal. Hoy se hacía, además, también en Jánovas una rueda de prensa de presentación exclusiva de este reportaje.
Qué de preparar, qué de nervios. Évole notó tal nivel de expectación que, cuando presentó el programa, en la planta baja de la Casa del Pueblo, llegó a excusarse por si echábamos algo en falta o no nos gustaba tanto como esperábamos.
Pero no fue así: “Salvados” ha hecho un trabajo impecable y ha condensado en 55 minutos las claves más importantes de este drama, en un relato perfectamente hilado, que avanza naturalmente, tejiendo con las palabras de sus protagonistas la cruda urdimbre del atropello, la dureza, el abandono, la crueldad, el turbio funcionamiento del poder, el uso corrompido de la fuerza, el olvido de la legalidad en favor de los intereses de las grandes empresas. De la injusticia. Pero también de la importancia tan grande que tiene la dignidad de las personas y de lo decisivo que puede llegar a ser el comportamiento honesto de quienes tienen en sus manos el funcionamiento de la Administración y la aplicación de las leyes. La denuncia que hace el que fue Secretario de Estado en el tiempo en que se hizo la Declaración de Impacto Ambiental negativa para el proyecto del embalse de Jánovas, en el año 2000, te deja con la boca abierta. Y no digo más porque tenéis que verlo. Veréis en pantalla el empuje y la fuerza de Toni Garcés, enraizados en él con fuerza los valores de sus padres, decidido a volver a Jánovas, levantando las paredes de Casa Castillo porque no quiere que se le vaya la vida esperando mientras las soluciones se atascan en los despachos; y, como a nosotros, os asomarán las lágrimas escuchando, como contrapunto, a su madre, la heroica Francisca, que ha renunciado a contagiarse de la ilusión de su hijo porque a sus 88 años declara su absoluta falta de fe en la justicia.
El aplauso que cerró la proyección debió de resonar en todo el valle. Évole y sus compañeros sonreían satisfechos. Ya podíamos todos entusiasmarnos de verdad y albergar la esperanza de que esta historia, símbolo de la injusticia y del desdén de los poderosos hacia la gente, prenda en el alma de mucha gente, sea conocida en toda España y haga despertar conciencias dormidas. La Administración puede hacer mucho. Y deben hacerlo. No pueden escabullirse. Apoyaron en su día a la hidroeléctrica y tienen que apoyar ahora a los vecinos. No valen excusas, no las hay. Si les queda un mínimo de vergüenza, no podrán consentir esta situación ni un minuto más. Políticos, responsables de organismos todos: dejad de transmitir noticias falsas con anuncios de falsas inversiones y dejad de inhibiros en esta historia que os cubre de vergüenza. Y si no lo hacen los grandes jefes, alzad la voz los funcionarios, los técnicos: no contribuyáis a que las cosas sigan igual con vuestro silencio. Plantaos, hablad, denunciad, demostrad que sois honestos. Haced como Muriel. Ayudad a que la historia de Jánovas deje de ser un símbolo de la barbarie irracional y se convierta en el de una nueva manera de hacer las cosas por parte de los poderes públicos, porque ya basta.
Teníais que haber visto ayer a los jóvenes periodistas del equipo de Évole hablar con pasión de cómo se involucraron, uno a uno, en este reportaje; cómo les costaba reducir las entrevistas al minutaje necesario porque habrían querido sacar más, contar más, hacer un programa más largo; explicar cómo entienden ellos el periodismo, cómo quieren trabajar. Ésa es la gente que necesitamos, porque el periodismo ¡es tan importante!
Volvimos de Jánovas, una vez más, llenos de esperanza y de fe en la gente, envueltos por la música de La Ronda que volvió a tocar en la calle para contagiarnos su alegría reivindicativa. La vida es esto y queremos ser de Jánovas porque ellos son, como los niños, lo verdadero.



























