Hace dos años el Ministerio de Cultura adquirió en subasta, por 9.500 euros, una tabla perteneciente a un retablo gótico que se presentaba como «de escuela aragonesa» (ver). Tanto la Generalitat catalana como el Gobierno de Aragón habían mostrado interés por ella, al objeto de destinarla al Museo de Lérida, en un caso, y al de Barbastro en el otro, de manera que el Ministerio pidió a las dos administraciones autonómicas que presentaran un informe técnico que justificara sus pretensiones y los criterios sobre los que se basaban para querer quedársela.
Presentados los informes, ninguno pareció definitivo al Ministerio, que encargó otro por su cuenta al IPCE (Instituto de Patrimonio Cultural de España, antes llamado IPHE); y basándose en este último determinó, en abril del 2010, ceder aquella tabla gótica a Aragón.

Al conocer la noticia, en Lérida saltaron las alarmas: el 25 de mayo el Diario Segre publicó el artículo «Una obra que pedía Lleida, para Aragón» (el texto completo en catalán, aquí) y tres días después salió otro («El litigio y las subastas«) firmado por Alberto Velasco, conservador del Museo de Lleida y autor del informe de la parte catalana, que estaba indignadísimo. Este artículo es el que casualmente leí yo algún tiempo después, al buscar por la red datos sobre otro tema relacionado con los bienes aragoneses en Lérida.
El relato de los hechos que hacía el sr. Velasco dejaba en muy mal lugar a los aragoneses; pero les confieso que en un primer momento me sentí abochornada más que otra cosa, pues considerando que el autor es especialista en pintura medieval, di credibilidad a sus palabras.
No a todas, sin embargo. Había un dato que chirriaba muchísimo, sobre todo viniendo de un especialista como él. Afirmaba Alberto Velasco que se había dado cuenta de que aquella tabla, un Calvario, no era de un «anónimo aragonés», sino de
un pintor con nombre y apellido. Se trata de Pedro Espallargues, un maestro activo en las tierras de Lérida y en la Franja a finales del siglo XV, con retablos ejecutados para las localidades de Enviny, Son, Unarre, Vilac y Abella de la Conca.
(También realizó retablos para muchos otros pueblos aragoneses, pero vaya, dejémoslo de momento.)
Alberto Velasco decía, además, que al proceder a realizar el informe técnico para la valoración del Ministerio había encontrado «evidencias que demostraban que la tabla podía ser originaria de la iglesia leridana de Son«. En ese pueblo, en efecto, se conserva un retablo de estilo similar al del pintor de la tabla subastada, al que le faltan las tablas correspondientes a la parte baja (el banco o predela), algunas conservadas en los museos Maricel de Sitges y Diocesano de la Seo de Urgel, y otras desaparecidas.

Prosigue el artículo de Velasco:
Lo que yo proponía en mi informe es que la tabla vendida en Madrid fuera, precisamente, uno de estos compartimentos desaparecidos. Y lo hacía con argumentos muy muy contundentes, entre ellos la correspondencia exacta de medidas con las tablas de Sitges y de la Seo de Urgel.
Y se preguntarán, ¿cómo es que si había pruebas tan evidentes, la pieza se ha acabado entregando a Aragón? Yo también me lo pregunto, y más después de haber tenido acceso al informe que se redactó desde el gobierno aragonés. Lo califico de informe con mucha benevolencia, ya [que] tenía una página y pico de extensión, con un argumentario increíblemente débil, y estaba firmado por alguien no especialista en pintura gótica. Lo más «interesante» de este texto era que justificaba que la tabla procedía, cómo no, de Barbastro. Pero eso no es todo. Lo más surrealista es que se argumentaba que la tabla formaba parte de un retablo del que se conservan tres compartimentos en el Ayuntamiento barbastrense. Utilizo la palabra «surrealista» porque, atención, estos compartimentos no son obra de Espallargues sino de un pintor anónimo denominado Maestro de Vielha. En definitiva, un auténtico disparate y una opinión absolutamente tendenciosa que tenía como único objetivo hacer proceder la tabla, fuera como fuese, de Barbastro. Ciertamente, me sorprende ver cómo se puede llegar a manipular la evidencia y tergiversar la historia de una forma tan chapucera, y que encima, cuele sin problemas. Y después hablan de «mala fe».
Dardos envenenados aparte, puede que se hayan dado cuenta de dónde está el dato que chirría, porque es evidente no ya para cualquier titulado en historia del arte, sino para cualquier aficionado: la tabla que se subastó en Madrid era un Calvario; y los calvarios en un retablo no están nunca en el banco, en la parte baja, sino en el ático o remate. No todos los retablos culminan con un Calvario, hay excepciones; pero por más que me esfuerzo no encuentro ni un solo ejemplo de retablo que tenga esa escena en el banco, como pretende el señor Velasco… con el único argumento de que le coinciden las medidas.
Es posible que sea cierto que tenga «evidencias que demuestran» que esa tabla perteneció al retablo de Son, «argumentos muy muy convincentes» y «pruebas tan evidentes»; pero si las tiene, ¿por qué no las aporta, en lugar de limitarse a hablar de una coincidencia de medidas? Qué quieren que les diga, a mí eso sí me parece un argumento débil…
Mosqueada, he buscado más información sobre el tema y he encontrado cosas interesantes que, de paso, lavan la honra profesional del autor del informe de la parte aragonesa (que no sé quién es). Lo primero, que la autoría del retablo de Son no es segura, sino atribuida; y que hay bastantes retablos por ahí, dispersos por el mundo, que guardan evidentes parecidos con éste en su estilo, que se atribuyen por igual a Pedro García de Benabarre, a Pere Espallargues y… ¿a que no saben a quién? ¡Al Maestro de Vielha! Les pongo dos imágenes, para que puedan comprobarlo. La primera es del retablo de Escalarre, atribuida a Espallargues y conservada en el Museo de Dallas; y la segunda, del retablo de Vielha, atribuido al maestro que lleva este nombre. Observen el parecido de la primera, que es un San Juan, con el San Juan que hay, como debe ser, a la derecha de Cristo en la segunda:


¿Y por qué? Pues porque tanto Espallargues como el Maestro de Vielha debieron de ser discípulos y/o miembros del taller de Pedro García de Benabarre, importante pintor oscense del siglo XV, y el estilo de los tres guarda fuertes semejanzas, hasta el punto de que sobre muchas de las obras conservadas de cualquiera de ellos se mantienen serias dudas de atribución. ¿Procede, por tanto, calificar de «surrealista» la atribución hecha por los técnicos de la DGA de la tabla subastada al Maestro de Vielha, como hace el sr. Velasco?
Item más: las tablas que se conservan en el Ayuntamiento de Barbastro, que según Maricarmen Lacarra proceden de la iglesia del antiguo hospital de San Julián y Santa Lucía de esta ciudad, y que se atribuyen al Maestro de Vielha, guardan estrechas semejanzas tanto con las figuras de San Juan que les he mostrado antes como con las del Calvario que se representaron en la tabla subastada y adjudicada a Aragón. Lamento no tener mejor foto que esta, pero les animo a que busquen por su cuenta y lo comprueben:

Les recuerdo ahora que Albert Velasco califica esta atribución de «surrealista», y a los argumentos presentados, de «increíblemente débiles» y de «auténtico disparate», para concluir en que lo escrito en el informe era «una opinión absolutamente tendenciosa que tenía como único objetivo hacer proceder la tabla, fuera como fuera, de Barbastro». Habla también de tergiversación chapucera de la historia y de mala fe…
El tono de su artículo es tan contundente que de primeras tal vez no se repara en su absoluta falta de argumentos. Así que quienes aprovechan cualquier cosa para dar en cabeza a los aragoneses dieron por buena su versión, esta sí tendenciosa, y así se pudieron leer en los días siguientes airadas declaraciones sobre el tema por parte del presidente de la Diputación de Lérida, Jaume Gilabert, calificando de «grave error» la decisión del Ministerio de Cultura de «donarlo» a Aragón (cosa que también es incierta: el Gobierno de Aragón es quien paga la tabla, no el Ministerio; lo que éste hace es cedérsela por derecho de tanteo, no gratis), y achacando esa decisión a «partidismo de Madrid». En la prensa, por supuesto, se daba ya por sentada la atribución de esa tabla a Espallargues (¿basándose en qué?) y su pertenencia al retablo de la iglesia de Son.
También se pudieron leer ataques muy groseros hacia Aragón por parte de algunos indocumentados, que nos dicen que «de jóvenes robábamos melones, para practicar» y que lo sucedido con este tema es «de crónica de quinquis». Para que luego digan que los que insultamos somos nosotros.
El artículo de Alberto Velasco concluye afirmando:
Se ha cometido una grave injusticia y se ha acabado engrosando el patrimonio público aragonés gracias a la manipulación, las malas artes y la mentira. Alguno habría de dar explicaciones.
Eso me gustaría a mí: que «alguno» diera explicaciones de por qué, en lugar de dar argumentos sobre su hipótesis (pues lo suyo no pasa de ser eso: una hipótesis), se dedica a verter acusaciones, algunas muy graves, y a poner en entredicho el trabajo y la honorabilidad de los técnicos de la administración aragonesa, callándose lo que no le interesa, dando una visión tan sesgada… «y después hablan de mala fe.»
El caso es que el artículo de este señor sí que «coló»: a finales de diciembre de 2010, cuando la Diputación de Lérida se hizo con otro fragmento de retablo atribuido al mismo pintor, se comentaba en la prensa, como de pasada, que la Generalitat de Cataluña había impugnado la resolución del Ministerio que otorgaba la tabla gótica del Calvario a Aragón.
Me gustaría saber en qué ha quedado todo este asunto, si es que se ha resuelto ya, o qué vida lleva el caso, si aún está sin resolver. Porque si han atendido a los «argumentos» de Velasco… tendrá cuajo que sigamos hablando de mala fe.
NOTA BENE: les sugiero que echen un vistazo a la biografía que de Espalargues (sic) publica la página del Museo del Prado, donde aparece este pintor como oriundo de «Benabarre, Lérida». Y, de paso, les sugiero que consideren la posibilidad de que esa «villa de Molins que no se ha podido localizar» como patria chica de Espallargues, y que algunos interpretan como Molins de Rei (!), pudiera ser la pequeña localidad de Los Molinos de Betesa, en la Ribagorza. El «problema» de su origen, que se lee en algunos repertorios, no parece tal.