No tienen pruebas

Cuando no se tiene una buena razón, un buen argumento, es frecuente que se recurra a numerosas pequeñas excusas, como si sumarlas equivaliera a tener una grande y poderosa. «No puedo ir a tal sitio porque estoy enfermo» no es lo mismo que «No puedo ir a tal sitio porque se me va a hacer tarde, y además me duele la garganta, y mi chico el pequeño tiene un cumpleaños, y no tengo nada que ponerme, y los días impares me traen mala suerte«. En este último caso, o la razón para no ir no existe o es inconfesable.

Eso es lo que les pasa a los que pretenden retrasar al máximo o negarse a devolver los bienes eclesiásticos de las parroquias aragonesas que están en el Museo de Lérida: si pudieran acreditar que las obras son suyas, lo habrían hecho hace mucho tiempo. Pero como no pueden, las excusas son muy diversas:

..que el Obispado de Lérida es legítimo dueño de las piezas y puede demostrarlo con papeles, lo que pasa es que nadie las quiere tener en cuenta, porque todos los encargados de juzgar el proceso son unos vendidos, anticatalanes o pertenecen a una oscura trama urdida por el Opus;

..que no pueden presentar la documentación porque está en una notaría de Barcelona y tenía que haber sido la jueza la que la pidiera, una jueza cuya imparcialidad es dudosa porque está pendiente de un traslado a Zaragoza;

..que, aunque no fueran los propietarios, las piezas habrían pasado a ser suyas porque las tienen en Lérida desde hace muchos años sin que nadie las haya reclamado;

..que esto no es un tema de jurisdicción eclesiástica sino civil;

..que merecen tenerlas porque si no fuera por ellos las obras se habrían perdido, pues los aragoneses no sabemos conservarlas, que somos unos paletos y unos dejaos;

..que a los sucesivos obispos de Lérida que han afirmado que las obras están en esta diócesis en calidad de depósito los había puesto ahí una especie de mano negra;

..que no se puede disgregar una colección porque lo dice el ICCOM;

..que no se puede devolver nada porque las piezas están catalogadas como patrimonio catalán;

..que no se puede devolver nada porque el Museo de Lérida ya no es solo diocesano, sino «diocesano y comarcal», y que no depende solo del obispo, sino de un patronato;

..que todo aquel que dice algo en contra de sus tesis es anticatalán y facha…

Vamos, que cuando no hay un buen agarradero se inventa uno veintisiete. Con el riesgo de contradecirse, claro.

La sentencia de la juez Beatriz Terrer es larga, pero clarísima. Un poco durilla de leer, como lo es todo el lenguaje jurídico, pero se entiende todo perfectamente: quizá al redactarla se tuvo en cuenta que se publicaría en todos lados, que la leería mucha gente, y se esforzaron en hacerla bien comprensible.

Lo bueno de esta sentencia es que no solo desestima la demanda de los Amics, diciendo que no ha lugar apelar al derecho de usucapión (tenencia pacífica y prolongada de un bien sin que nadie lo reclame) porque les faltan requisitos básicos que pide la ley, señaladamente la demostración de que esos bienes se han tenido «como dueño»; sino que, para argumentar la falta de este requisito se detallan muchos factores que demuestran que en todo este tiempo se han tenido en depósito.

También se reprocha veladamente a los Amics el descuido en presentar la documentación de la demanda: varias de las referencias que se dan en el inventario de las piezas son erróneas, están claramente confundidas o son inidentificables con nada, pues donde dice que es una talla de estuco acude uno a comprobar y se trata de un cáliz; donde dice qeu es una pintura de San Pedro resulta que en el catálogo aparece una ménsula de piedra, o donde se dice que es una escultura de San Miguel resulta que la referencia corresponde a unas tejas romanas, entre otros casos.

Para que luego nos vayan tachando a los demás de descuidados…

El tema de la tan traída y llevada «negativa de la jueza» a consultar una documentación importantísima que acredita la propiedad de esos bienes para el Obispado leridano, y de la que únicamente se dice que pesa 40 kilos, es bastante chocante. No se admitió a consulta porque no se presentó «en tiempo y forma». Yo no me puedo creer que si cuentan con una documentación que acredita la propiedad no la hayan presentado no ya para este juicio, sino en ningún momento a lo largo de los 15 años que lleva en marcha el litigio. A mí me suena a camelo, y tiene toda la pinta de no ser otra cosa que una excusa más a la que agarrarse para recurrir y continuar aplazando la devolución de los bienes sine die.

Además, se plantea una cuestión muy importante, y es que para enajenar de cualquier modo un bien eclesiástico, según manda el Derecho Canónico, ES PRECEPTIVO CONTAR CON LICENCIA DEL SUPERIOR JERÁRQUICO, que en este caso, siendo una «compraventa» realizada por un obispo, sería el Papa. Y de esas licencias, ni rastro. Ni están, ni siquiera nadie ha dicho que estén. De ello, la jueza  deduce, con buen criterio, que hay dos posibles opciones para lo ocurrido: una, que los obispos leridanos que recibieron los bienes de las parroquias lo hicieron como administradores de los mismos, con la finalidad de preservarlos o guardarlos, o con afán didáctico, pero no «en concepto de dueño», sino «manteniéndose el dominio en las parroquias»; o, dos, qeu tanto el obispo Meseguer como sus sucesores

con una evidente carencia de buena fe (por tener perfecto conocimiento de que se estaban vulnerando las normas canónicas que regían la enajenación de bienes, normas esenciales que debían ser conocidas por un obispo), realizaron con los párrocos enajenaciones no admitidas por la ley canónica, consideradas nulas por no concurrir la preceptiva licencia de la Santa Sede.

Toma ya. Y añade:

no obstando a esta conclusión el hecho de que se entregara por el obispo dinero u otros bienes sin ese valor histórico artístico a las parroquias, o se costeara por la Diócesis alguna obra en la iglesia respectiva, por cuanto esos actos entraban dentro de las facultades de administración reconocidas por el Derecho Canónico al obispo.

Después de todo esto, ¿cómo no va a desestimarse la demanda?

Digan lo que digan, esta sentencia es un varapalo tremendo para las tesis leridanas. Y ahora ya se van quedando sin excusas: ¿no tenían tanto empeño en acudir a un tribunal civil, porque muchos consideraban inválido y trasnochado todo lo que dijeran las instituciones eclesiásticas y los decretos de la Santa Sede? Pues esto es lo que les ha dicho un tribunal civil. Y de Lérida.

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Sentencia civil sobre los bienes aragoneses

Me la estoy leyendo, que la ha colgado el Heraldo.es. Lo visto hasta ahora no tiene desperdicio. ¡Ole!

Los Amics del Museu de Lleida no se han salido con la seva.

De momento, estoy flipando con la manera de dar la noticia que tienen unos diarios y otros. La mayoría, sobre todo los no aragoneses ni catalanes, tiran de lo que les ha pasado EFE o bien Europa Press; y tanto a una agencia como a la otra ya les vale, cuentan la historia sólo desde la óptica leridana. Luego nos achacan que no luchamos por lo nuestro… ¡pero si nunca es noticia lo que los aragoneses decimos! Ya podemos pelear, ya, que si no se entera nadie nos seguirán diciendo que somos unos conformistas, etc., etc. (y en esos «etc.» van cosas peores).

Además, lo que dice EFE tiene errores de bulto: por ejemplo, afirma que la jueza ha impuesto las costas a los obispados demandados, o sea el de Lérida y el de Barbastro-Monzón, pero no es cierto, se las ha impuesto al demandante, es decir, a los Amics del Museu…

También es flipante lo de los comentarios que suelta la gente por ahí. Ya sé que no son representativos de gran cosa, pero os dejo aquí una perla, para que luego digan…

Está tomado de El Periódico de Aragón. Diario que, al igual que su homólogo catalán (aquí, aunque varía de rato en rato), no deja comentar aunque es noticia del día: a las 21 h se ha publicado el último comentario y prou. No seré yo quien defienda al Herald, pero esto de bloquear los comentarios está mu feo.

Por cierto, que El País ha cambiado también la noticia que daba en un primer momento; la primera era neutra, mientras que la que hay colgada ahora es claramente parcial. ¿Adivinan ustedes a favor de quién? Hay maneras y maneras de contar las cosas, está claro. Pero a los aragoneses no nos dan ni agua. ¿Qué les habremos hecho, oigan?

Nada, que en eso estoy. Mañana sigo con la sentencia, a ver qué cuenta.

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La valla de FINBAS

En 1965, Martín Cebollero se quedó solo en el pueblo oscense de Bastarás, en plena Sierra de Guara. Siete años después se convirtió en un personaje mediático: «El solitario de Bastarás» apareció en la prensa en varias ocasiones e incluso acudió a Estudio abierto, el popular programa televisivo de José María Íñigo.

Para entonces, finales de 1973, todo el término municipal de su pueblo había sido vendido «a unos catalanes», parece ser que a una sociedad de cazadores, por una cifra que oscila entre los 5,5 y los 6,5 millones de pesetas, según las fuentes de la época.

El ABC, en su edición del 29 de noviembre de ese año, publicaba un reportaje («Huesca: se venden treinta pueblos«) que abría con estas palabras:

¡Atención especuladores! Ayer se vendió un pueblo al increíble precio de treinta y cinco céntimos el metro cuadrado, tres mil quinientas pesetas la hectárea. No se apelotonen ni se pisen, por favor, pueblos como Bastarás quedan muchos todavía en el somontano aragonés.

Al fin y al cabo, esto es lo que pensaban nuestros próceres sobre la ordenación del territorio en aquellas fechas:

(Heraldo de Aragón, domingo 18 de febrero de 1972.)

«El solitario de Bastarás» pronto hubo de marchar a vivir a Huesca. En mayo de 1974, Heraldo de Aragón publicaba una breve noticia anunciando la intención de los compradores de cerrar todo el término de Bastarás con una valla. Y recordaba que en el interior de la cerca quedarían encerradas las famosas cuevas de Solencio y Chaves, de enorme interés espeleológico y con importantes restos prehistóricos. «Cabe preguntarse, en este instante –decía el periódico–, ¿tendrán los estudiosos acceso a estas simas oscenses en el momento que el término de Bastarás esté cercado?».

El pueblo de Bastarás perdió su nombre y pasó a denominarse «FINBAS (Finca Bastarás; y no «Fimbas»)». Alfonso Zapater lo visitó en 1976 y dejó constancia de su nuevo estado: «Las calles están cerradas con puertas metálicas y todo el término se encuentra vallado».

El guarda de la finca le explicaba que lo habían hecho «para evitar posibles saqueos» y hacía este comentario para dar idea de la amplia extensión del término cercado:

Con decirle que hemos necesitado treinta y siete kilómetros de alambradas para vallarlo… 

Zapater se preguntaba: «¿Qué dirían los que un día nacieron allí, si regresaran a su pueblo?».

Cabe suponer que no estarían contentos, precisamente. Lo que no es suposición, sino dato fehaciente, es que por esas fechas los guardias del ICONA habían denunciado a los nuevos propietarios porque aquel vallado era ilegal: una resolución de este organismo de 4 de mayo de 1977 imponía a FINBAS, S.A. el pago de 18.000 pesetas de multa, daños y perjuicios,

como responsable de la ocupación y vallado sin autorización de parte del monte «Las Foces de Rodellar», debiendo suprimir la valla construida.

FINBAS pagó aquellas perras pero lo que no quería era retirar el vallado, así que interpuso un recurso administrativo. Ganaba tiempo. El recurso se le desestimó en diciembre de 1981, o sea que ya no había excusa, pero no sirvió de nada: treinta años después, la valla sigue ahí.

Corta caminos públicos, barrancos y riachuelos, incumple varias leyes sobre montes, caza y parajes naturales, y desde 1990, año en que la Sierra de Guara fue declarada Parque Natural, incluye en su cercado 270 hectáreas de ese Parque, teóricamente un terreno protegido.

No hay ninguna excusa, ninguna, para que en todo este tiempo no se haya hecho cumplir la ley.

En estos más de 30 años, FINBAS ha cambiado de manos dos veces y ahora pertenece, como es bien sabido, a un «magnate minero» llamado Victorino Alonso, que debe de ser, a juzgar por el reguero de destrozos que ha ido dejando a su paso, primo hermano del caballo de Atila (no se pierdan este vídeo).

Aquella denuncia del ICONA de 1977 no fue ni mucho menos la única. Desde entonces ha habido decenas de ellas, pero todas han tenido idéntico resultado: ninguno. La valla no se quita y no se quita. Los propietarios-Atila han abierto pistas con maquinaria pesada, han hecho desmontes y han destrozado parajes de interés natural sin que nuestras instituciones (locales, provinciales, autonómicas, estatales) hayan sido capaces de pararles los pies.

(Tomadas de este blog.)

La última y gravísima salvajada cometida en ese terreno fue, para horror de la opinión pública y desesperación de los investigadores, la destrucción el año pasado de la cueva de Chaves, uno de los yacimientos prehistóricos más importantes de Europa, porque Alonso decidió, un buen día, que aquello le era más útil como abrevadero.

Todo esto está en los Tribunales, sujeto a recursos y más recursos, confiados los delincuentes en la lentitud de las cosas de palacio (eso, por no sugerir otras posibilidades; que, a vista de lo sucedido, parece ser que las hay).

Vuelvo a preguntarme una vez más: ¿nuestras instituciones están de adorno? Porque, delante de los poderosos, se ve que sirven para poco…

A Victorino Alonso, el dueño de FINBAS y responsable de todos estos delitos, más bien le debe de resbalar el tema, puesto que las ha hecho aún más gordas; por ejemplo, en el valle de Laciana, en León, paraje declarado nada menos que Reserva de la Biosfera por la UNESCO, montó una explotación minera a cielo abierto y lleva ya nosecuántas sentencias en su contra… sin que hasta la fecha le haya pasado nada tampoco. ¿Cómo va a plantearse, ni borracho, respetar un pueblín en Huesca, sus caminos, su Parque Natural o una puta cueva? ¿Le ha enseñado alguien a hacerlo? ¿Le han demostrado que las leyes están para cumplirlas?

A ver: te pilla la Guardia Civil en una carreterucha de tercera sin el cinturón de seguridad puesto y te sopla 200 euros. Tin, tin: a pagar. Te equivocas en una declaración del IVA y te fríen, TE FRÍEN, a multas y recargos. Tin, tin: a pagar. Un chorizo de tres al cuarto hace un robo de tres al cuarto y da con sus huesos en la cárcel de hoy para mañana. Pero viene un ricachón bien relacionado, se pasa varias leyes por el arco del triunfo e incluso se permite hacer una estroza terrible con un patrimonio importantísimo en un área que ocupa cientos de hectáreas… y verdes me las han segao.

Bueno, no: nos sentamos a negociar.

¡¡¡¿¿A NEGOCIAR??!!!

Es desesperante. Mientras tanto, son los ciudadanos los que están dando el callo, levantando sus voces, protestando como pueden.

Si se leen la sugerencia que hizo el Justicia en junio de 2007 al Gobierno de Aragón y al Ayuntamiento de Casbas (en el que se encuadra Bastarás), se darán cuenta de hasta qué punto nuestros gobernantes pecan de una pasividad horrorosa. El Gobierno de Aragón le ha pretende pasar la pelota al Ayuntamiento de Casbas, un pueblo que tiene 322 habitantes, lo que da idea de su presupuesto y fuerzas para hacerse cargo del tema. El Justicia, por ello, recuerda a la Consejería de Medio Ambiente del Aragob sus competencias en materia de caza y protección de la Naturaleza, «singularmente en espacios naturales protegidos, como el que nos ocupa», considerando que debe

imponer, incluso acudiendo a los medios de ejecución forzosa, el cumplimiento de lo establecido en la vigente legislación.

Y eso que, para cuando el Justicia dijo eso, todavía no se había arrasado la cueva de Chaves…

Debería seguir contando detalles, pero este post corre el riesgo de convertirse en otro tochazo de los míos, así que les remito al blog de APUDEPA, que se ha ocupado reiteradamente de todo esto como voz que clama en el desierto, y a este otro blog, Chaves, la memoria expoliada, que da puntual cuenta de todo lo ocurrido en los últimos años. Y les recomiendo que vean el documental de este mismo título, magnífico trabajo de Ecologistas en Acción e Imanat Films, así como algún otro vídeo ilustrativo. O busquen en Google: la cantidad de información es abrumadora.

Por mi parte sólo voy a añadir una cosa: FINBAS, es decir, Bastarás y todo su terreno vallado, ha cambiado tres veces de propietario en estos treinta años: los cazadores la vendieron a Codorniu, y éstos a una ‘firma’ francesa, hasta que en 2004 pasó a manos del tal Victorino Alonso. Llegó incluso a ponerse en venta públicamente por una inmobiliaria. ¿No tuvo el Gobierno de Aragón, ya que no fuerzas para hacer cumplir la ley, ocasión más que suficiente entonces para hacerse con la propiedad y liquidar el problema? Nos habríamos ahorrado la destrucción de la cueva de Chaves… y la vergüenza del espectáculo de la inutilidad de nuestras instituciones, cuyos titulares, está visto, solo están atentos y sólo dedican esfuerzos a sus propias luchas internas para salvaguardar las poltronas y las gabelas a ellas adheridas, a costa de nuestras perras y con la excusa de nuestros votos.

Señores políticos, dense cuenta de una vez de que no nos importan un bledo sus declaraciones huecas ni nos hacen mella en absoluto sus carísimas campañas de marketing: lo que valoraríamos los ciudadanos, caso de que alguna vez se decidieran a hacer algo, son sus hechos.

Ahora tienen una oportunidad de demostrarnos que se ganan el sueldo: a ver.

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Balneagrio

Hace casi nueve años, a comienzos de noviembre de 2001, subimos mi santo y yo a pasar un fin de semana en el Balneario de Panticosa. Por entonces, los pobres todavía podíamos acceder a aquel lugar, pues los dos hoteles que había abiertos (el Gran Hotel ya estaba en obras) eran asequibles para el común de los mortales.

Había caído una nevada enorme y el paisaje era blanco, bellísimo.

Por entonces, también, se hallaban en pie y en buen uso (he visto decir por ahí que estaban medio en ruinas y plagados de ratas: falso) los edificios que componían el conjunto balneario, de finales del siglo XIX y principios del XX, y que armonizaban perfectamente con el entorno. De hecho, nos alojamos en el Hotel Mediodía y estuvimos divinamente. El comedor estaba en el Casino y era como una historia de cuento. Una gozada.

Hacía pocos años que ese lugar se había salvado de una salvajada urbanística tramada por la sociedad Aguas de Panticosa, que no sé por quién estaba regida pero que proyectaba, según se puede leer aún en la GEA,

un total de 20 nuevos edificios, de 6 plantas en la pradera y de 4 y 5 plantas en el resto, manteniendo los siete edificios antiguos, incluidos la capilla y el refugio. La densidad máxima admitida […] para este tipo de centros denominados de interés turístico de montaña, es de 25 habitaciones por hectárea, lo que permitiría una capacidad de 800 habitantes, frente a las 3.415 proyectadas.

En el mismo artículo de la GEA vienen las noticias sobre lo que pasó con aquel proyecto: para evitar la burrada, en 1992 el Gobierno de Aragón (a instancias del Colegio de Arquitectos y de la Federación Aragonesa de Montaña) decidió incoar expediente de declaración del Balneario como «Conjunto Histórico Artístico». Una vez incoado, se impedía la prosecución de aquellos planes, pues como se indicaba en la propia resolución, aquello implicaba

la suspensión de las correspondientes licencias municipales de parcelación, edificación o demolición de las zonas afectadas, así como de los efectos de las ya otorgadas.

Buuuuf, por los pelos. Dos años después se publicaba en el BOE la declaración del Balneario de Panticosa como Bien de Interés Cultural (BIC) con la categoría de Conjunto Histórico Artístico, en el que se incluían «todos los edificios existentes y el espacio comprendido entre ellos», amén de la pradera y su amplio entorno.

¡Bien! La declaración de Bien de Interés Cultural, según manda la ley, implica que el bien en cuestión, en este caso el Balneario, tiene que estar debida e íntegramente protegido, entre otras cosas, del expolio, entendiéndose por tal «toda acción u omisión que ponga en peligro de pérdida o destrucción todos o alguno de los valores de los bienes» declarados, o que «perturbe el cumplimiento de su función social». Función social que, en primer lugar, se refiere a que estos bienes sean y sirvan para el acceso y disfrute público, ya que, según afirma la ley en tono rimbombante en su preámbulo,

en un Estado democrático estos bienes deben estar adecuadamente puestos al servicio de la colectividad en el convencimiento de que con su disfrute se facilita el acceso a la cultura y que ésta, en definitiva, es camino seguro hacia la libertad de los pueblos.

Cuánto gustan nuestros próceres de las frases lapidarias. Qué ancho se debió de quedar el autor de este texto, y qué orgulloso.

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El caso es que en el 2001 ya estaba Nozar en acción. Pero se notaba poco, todavía. Aún era posible confiar en que la intervención prevista fuera respetuosa con lo que manda la ley, con las obligaciones de protección del lugar que disponía su condición de Conjunto Histórico Artístico. Al fin y al cabo, sabemos de sobra que a los particulares los fríen con obligaciones y puñetas cada vez que, en un pueblo pintoresco o histórico, pretenden hacerse una obra en casa, o abrir una tienda: que si los materiales, que si el color de las fachadas, que si los tejados, que si los rótulos que afean la integridad y el sabor del entorno…

Y el Balneario de Panticosa no era un pueblín cualquiera, de los que hay docenas: era un lugar extraordinario, maravilloso. ¿Cómo no se iba a tener un cuidado especial en su protección y conservación?

Jojojo. Ilusa. De nuestra confianza se valen los mandamases para tirar adelante con lo que les viene en gana, ejerciendo de caballos de Atila una vez sí y otra también.

Pensé, como pensamos muchos, tontos de nosotros, que la actuación en Panticosa se limitaría a acondicionar el viejo edificio del Gran Hotel y el del pequeño Casino para todo luxus a tutiplén, y que ese espacio exclusivo, glamuroso y carísimo, unido a la belleza magnífica del entorno, serviría de reclamo para clientes ricos de la muerte, con lo que se revitalizaría económicamente el Balneario. Pero que dejarían en pie los edificios existentes, acondicionándolos y modernizándolos por dentro, con las comodidades de rigor, para la gente común.

Buah.

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A lo largo de estos últimos años he ido teniendo noticia de las denuncias de las tropelías que se iban cometiendo en ese espacio. Muy destacadamente, las que APUDEPA iba haciendo en su blog, o las que aparecían en la prensa. Pero no me imaginaba la magnitud del destrozo.

El sábado por la mañana subimos al Balneario y se me cayó el alma a los pies. LaMima me había puesto en antecedentes, pues habían estado la tarde anterior…

Pero se quedaron cortos. El lugar es, hoy, sencillamente aterrador. Que se lo han cargado, vaya.

Para empezar, te recibe el terrible mamotreto de un parking de varias plantas, de hormigón hormigón hormigón interminable, para colmo sin acabar, como un monstruo con las tripas al aire.

Pero más adelante te encuentras con los nuevos hoteles que sustituyen a los veteranos «Continental» y «Mediodía», el edificio del balneario, el supuesto «Centro de Alto Rendimiento» y otros espantajos igual de feos o más, que jalonan como setas de cemento pochas aquel entorno en otro tiempo maravilloso. Eso sí, todo de diseño que te pasas y realizado por prestigiosas firmas de arquitectos que ojalá se hubieran dedicado en su día a la poesía muda.

Me faltó poco para echarme a llorar de rabia. ¡Qué horror! Pero… ¿cómo se ha consentido semejante barbaridad?

Encima, para acabar de florecer, los edificios no es que sean solo feos, es que están pensados con el culo: los materiales son absolutamente inadecuados para ese entorno de nieve y hielos… ¿Tan endiosados están los arquitectos que se les ha ido a paseo el sentido común? ¿Nadie les avisó de que en Panticosa nieva todos los inviernos? Cualquiera puede ver, dos años después de su construcción, el deterioro grave que muestran los balcones, las maderas, las cubiertas…

Los edificios antiguos habían aguantado como jabatos más de cien años, con un deterioro exterior mínimo. Los nuevos, con nuestras nuevas técnicas, con nuestros flamantes nuevos materiales, con nuestra excelente sabiduría de última generación en todo, en dos años están necesitados de arreglos severos. Pongo la mano en el fuego de que esos no aguantarán ya no cien años, sino ni siquiera veinte (lo que, en el fondo, no deja de ser una buena noticia; aunque sea un despilfarro impresionante que se contará por cientos de millones de euros).

Eso, por no explayarme con el dato, que me dieron los propios vecinos de Panticosa, de que algunos revestimientos de fachadas, en concreto el del Hotel Continental, tuvieron que ser retirados y sustituidos por otros nuevos, porque eran directamente un desastre… Y «detallitos» menores, como que el mármol de las piscinas tuvo que ser repicado porque la gente se daba unos resbalones de infarto, y que ahora, ya repicado, lo que hace es daño y cortes en los pies, no son sino muestras de lo alejados que están nuestros arquitectos-estrella del mundo real.

El edificio de las Termas de Tiberio parece una mezcla entre el Guggenheim y la cárcel de Alcatraz.

El entorno se ha ido directamente a paseo.

Los encantadores arroyos del lugar se han visto degradados a la condición de estorbos para el paso de tuberías.

Y el lugar me parece bastante poco atractivo para que los ricachones vengan a dejarse la pasta. Esta es, por ejemplo, una de las escaleras que conducen al Gran Hotel (que es de las pocas cosas que se salvan del horror, por cierto, pues le han conservado la fachada)…

Parecido al acceso al suntuoso edificio de las Termas y el Tiberio… (observen la nivelación de los escalones)

Oigan, ¿nuestras instituciones están de adorno?

¿Y nuestras leyes, sirven para algo?

Ah, sí: sirven para recordarnos a los ciudadanos de a pie que nosotros sí debemos ser cuidadosos, respetuosos, y no pisar el césped.

El cartelito me recordó el cinismo de los constructores de la presa de Yacyretá, entre Paraguay y Argentina: se cargaron el río Paraná, machacaron una tierra maravillosa tanto por sus valores naturales como históricos y culturales, machacaron la vida de miles de personas, relocalizadas en poblados miserables en condiciones de vida indignas… pero, eso sí, les daban clases de «educación medioambiental».

Requiem por el Balneario. Un destrozo irreparable que no ha servido para nada, pues ahí está, en quiebra, con su «luxus» aparcado para otro día (el del Juicio, por la tarde), como parque temático de la irracionalidad y la irresponsabilidad.

Ojalá sirviera para que reaccionáramos y exigiéramos, de una maldita vez, responsabilidades a los culpables de este expolio salvaje. Pero, quiá. Sólo será una barbaridad más de las muchas a las que ¿ya nos tienen acostumbrados?

[He puesto más fotos en flickr.]

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Por plantar un rosal

Me lo compró mi padre para la terraza hace unos días. Creo que él no es consciente de que no he heredado su mano para criar planticas (menuda gloria de huerto tiene), pero como le aseguraron que era un rosal resistente lo he plantado esta mañana, nada más levantarme, con mucha fe. 

Había que ponerlo junto a una pared porque es trepador, pero el sitio bueno para colocar el macetón estaba ocupado por una estantería. Así que he quitado la estantería. Y ahora, ¿dónde la pongo? Mi casa es como un rompecabezas de esos que solo tienen un hueco…

Bien, pues ha llegado la hora de quitar el armario de la terraza, que está ya muy estropeadico y además solo guarda tarros, la mayoría para tirar. Saco los tarros, pero… no son tantos para tirar. Algunos sí, y voluminosos: en poco rato tengo ya un montón de bolsas de basura de buen tamaño que tendré que sacar a la noche. De momento, lo que hacen es estorbar bastante el trajín.

Lo que no es para tirar ya no lo podemos dejar en la terraza, así que me dispongo a llevarlo todo al trastero que hay en el garaje.

Huy, el trastero.

A tope. No se puede ni pasar. Hay que hacer hueco, está claro. Me pertrecho de más bolsas de basura y me remango: hala, a tirar. Apuntes de la carrera, manuales de informática del año la pera, papeles, papeles y más papeles, cables, cables y más cables, varios aparatos de arqueología electrónica, cantidades ingentes de disquetes… e incluso una buena ración de libros merluzos.

Al terminar me he dado cuenta de que con esa ‘limpia’ he acabado con uno de los rastros, diría que uno de los últimos, de mi vida pasada: he dejado sitio para los juguetes viejos, las tablas de corcho para la playa, las hamacas, la nevera portátil, la ropa de invierno, el trineo de plástico… Ahora es un trastero ‘familiar’, en sus inicios fue un mero almacén de libros y herramientas de trabajo.

No me da ninguna morriña. Desde que me fui de la casa de mis padres para ir a la Universidad, y hasta que nos instalamos aquí hace ya trece años, cambié de casa un montón de veces. En cada traslado se quedaban cosas, se perdían otras y se desconjuntaba la mayoría. Pese a que tardé muchísimo en tener un solo mueble propio, siempre pensé que acumulaba demasiados trastos, que no sabía moverme ligera ni aun para pasar un fin de semana.

El apego a las cosas viejas sí lo he heredado de mi padre. Cuando era jovencita, de vez en cuando ayudaba a mi madre a despejar el piso de arriba, en mi casa de Tauste: un piso entero destinado a trastero, lleno de armarios y cacharros. «¡Cuánto tarro! ¿Para qué queremos todo esto? ¡Yo no sé cómo se las arregla la gente que sólo tiene un piso!». Le daba de pronto el punto «esto no puede ser» y se agenciaba no bolsas de basura, como yo hoy, sino sacos para liquidar toda aquella montonera. Se desesperaba primero conmigo («Ay, mama, no tires esto, que igual me vale para un carnaval…») y luego con mi padre, encargado de llevarse todo con el coche para tirarlo a las enronas, aunque él se llevaba los sacos a una caseta del Campo la Villa para inspeccionarlos cuidadosamente y rescatar lo que le parecía, que solía ser una buena parte que poco a poco iba volviendo a casa, como aquel que no se nota que un día devuelves a su sitio un trasto y otro día otro.

Algo así me ha pasado también con mi santo. Cielos, un dejà vu. Hoy, sin embargo, yo ocupaba el papel de mi madre.

Al cabo de un montón de horas he conseguido controlar el caos originado por el bendito rosal, si bien nadie lo diría de ver ahora el estado en el que estamos. Voy molida.

Pienso en algunas de las cosas que aguardan, metidas en las bolsas, a que las saquemos luego para que se las lleve el camión de la basura. Bah, ninguna de ellas le habría servido a mis chicos para un carnaval.

La estantería está estorbando en mitad de la terraza, aguardando a que descuajeringuemos el armario, ya vacío, y lo llevemos a tirar en cuanto podamos. En esta casa, y en mis días, siempre hay algo que está provisional.

El rosal sí parece estar a gusto. Se le ve fresquico y estupendo, confío en que le irá bien. De momento, ha tenido una entrada espectacular. Quién hubiera dicho, mientras removía la tierra del macetero esta mañana con una palica, que lo que iba a acabar removiendo era no sólo mi casa entera, sino mis recuerdos; y que mientras hacía hueco para organizar las cosas, tirando lo viejo, iba a abrir espacio en mi cabeza para viejas historias recién desempolvadas… e incluso para mirar un momento, como desde fuera, dónde estoy yo y cuál es mi sitio.

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En el fondo de una mina

El 19 de julio de 1906, dos periodistas de Heraldo de Aragón (uno redactor, otro gráfico) se fueron a pasar «Un día en Utrillas» porque, según afirmaban, «tener una explotación de carbón a cinco horas de Zaragoza y no conocerla» era «delito de leso regionalismo». Las minas de Utrillas habían empezado a ser explotadas industrialmente pocos años antes y eran aún novedad.

Hicieron un reportaje precioso, lleno de dibujos, información y anécdotas, sentido y vivo, que se lee con muchísimo gusto pese a las diferencias en el tono y el lenguaje a que estamos acostumbrados hoy. El solo hecho de que dos periodistas se desplazaran fuera de la redacción para hacer un reportaje ya es un mérito; claro que entonces no existían aún las agencias de noticias.

Bueno. El caso es que este reportero (no me consta el nombre, qué pena) se metió a la mina con su compañero dibujante, bien arremangados los pantalones y con dos candiles de carburo para iluminarse, y salieron de allí tiznados de arriba abajo y con barro hasta los tobillos. Las galerías les impresionaron mucho, lo mismo que el duro trabajo del minero. Pero hubo algo que les erizó el vello:

«Del fondo de la galería llega a nosotros rozando las vetas de la capa carbonífera y conmoviendo el maderamen de la techumbre, una voz argentina, fresca, aguda, que entona copla tras copla de jota».

Era un muchacho cuyo cometido era accionar manualmente uno de los ventiladores de los que disponía la mina para favorecer la ventilación en el interior de las galerías. Mientras trabajaba, cantaba y con ello, a juicio del periodista, a su misión de airear las minas sumaba, involuntariamente, la de airear las cabezas y los ánimos de los mineros.

No saben ustedes la de veces que me estoy acordando estos días de aquel chaval que cantando alegraba sus horas y el duro trabajo de los demás en el pozo oscuro de carbón.

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Píos latrocinios y santos vendimientos

Hay que ver cómo cambian las cosas según cómo se cuentan.

En el siglo XII, el arzobispo de Compostela, Diego Gelmírez (en la foto), «mangó» una buena colección de reliquias de las iglesias de Braga, ciudad portuguesa que pertenecía a su diócesis, para enriquecer el patrimonio de Santiago. A aquello se le llamó «pío latrocinio»:

El afán por engrandecer a Santiago de Compostela llevó al arzobispo Gelmírez, en el siglo XII, a “saquear” literalmente las iglesias dependientes de su obispado, para trasladar las reliquias de los santos que había en ellas a su sede, con el pretexto de que estaban descuidadas. Este “pío latrocinio”, como califica la Historia Compostelana a este hecho, fue realizado furtivamente para evitar la ira del pueblo.

(La cita está tomada de aquí.)

A lo que hizo el obispo Messeguer con las obras que se llevó de las parroquias aragonesas (y leridanas) que dependían de su diócesis, no se le ha llamado nunca «latrocinio», ni siquiera anteponiéndole lo de «pío». Se le llama «rescate»: porque parece ser que, si no hubiera sido por él, esas piezas de arte se habrían perdido. Como si el hecho de que se las llevara él no hubiera sido perderlas. (Al fin y al cabo, el pueblo que se quedaba sin ellas no encontraba mucha diferencia entre que se las llevara un obispo, un marchante americano o un anticuario a sueldo de un rico burgués de Barcelona.)

En estos días, nos enteramos de que el alcalde de la localidad leridana de Sort ha conseguido que el Parlamento catalán apruebe por unanimidad su propuesta de negociar con el museo neoyorquino The Cloisters (dependiente del Metropolitan Museum) el regreso de varios sepulcros góticos del monasterio de Santa María de Bellpuig de les Avellanes, que fueron vendidos a comienzos del siglo XX a un anticuario.

«Fuentes de la Generalitat explican que estudiarán la forma más adecuada de conseguir que las piezas vuelvan a Cataluña», se afirma en la noticia enlazada.

Lo de Sort debió de ser un «santo vendimiento». Las ventas o cesiones que se hicieron por pagos aragoneses no debieron de ser tan santas, visto que se censuran implacablemente como fruto de la desidia de unos paletos que no supieron ver el valor de lo que tenían.

(Ya, ya sé que lo del «santo vendimiento» es otra cosa. Lo aclaro por si acaso.)

Y yo me pregunto: ¿no habrá que oponer a la pretensión de Sort, apoyada por el Parlament por unanimidad, que ello atenta contra la sacrosanta «unidad de colección», esa que impide que los museos se disgreguen, se deshagan de sus piezas? Porque es lo que se hace de forma contundente cuando se trata de los bienes aragoneses en litigio con Lérida…

Recuerdo que era algo que machaconamente me repetía Eduard Carbonell, antiguo director del MNAC: «Eso no se puede hacer, disgregar una colección de un museo sería ir contra las recomendaciones del ICOM». (Que es el organismo de la Unesco que se ocupa de los museos.)

La verdad es que nunca he conseguido encontrar esa recomendación en el «código deontológico» del ICOM. Pero bueno. El caso es que en cuanto a la pretensión de Sort, da igual que exista o no tal recomendación: a juicio del Parlamento catalán, la colección de The Cloisters sí se puede disgregar, sí se puede solicitar que «pierda» varias de las piezas que tiene expuestas…

¿Justicia, Tomasa, pero no por mi casa?

Por no dejar de la mano a Sort, pongamos otro ejemplo que viene en esa misma noticia de El País que enlazaba antes (y que conste que no tengo nada en contra de que ese pueblo y su alcalde intenten recuperar su patrimonio, faltaría más): hace poco, los de Sort recuperaron una cruz de término (una creu-padró) que había sido robada y que de pronto localizaron en el Museo Maricel de Sitges. En ese caso, la Diputación de Barcelona colaboró en la devolución de la pieza al pueblo porque «coincidió con el Ayuntamiento de Sort en el interés por recuperar los rasgos característicos de los pueblos del Pallars».

En el reciente caso, poco aireado en la prensa a mi parecer, del hallazgo de un relicario medieval, el de Santa Waldesca, que pertenecía a Sijena en el alijo recuperado de un robo en Riudecols (cerca de Reus), las instituciones aragonesas, ni otras de ningún color, han dicho ni mú. Debe de ser que no coinciden con el alcalde de Villanueva de Sijena «en el interés por recuperar los rasgos característicos» de los pueblos aragoneses.

Recomendación vehemente: no dejen de leer las noticias sobre el caso, que merecen la pena. Porsia, les resumo el asunto: hay un robo en una masía en Riudecols, junto a Reus, que pertenece al barón de Llorach; la policía descubre a los ladrones y rescata el alijo; la prensa publica fotos; el alcalde de Villanueva de Sijena reconoce un relicario que perteneció al Monasterio de Sijena; y reconoce de paso al «propietario», el barón de Llorach, que era amigo de la abadesa de Sijena en los años 60, Pilar Sanjoaquín, y que se paseaba con ella por Sijena de vez en cuando; el alcalde reclama la pieza, denuncia el caso. Y le hacen ídem omiso.

–El único medio aragonés que dio cierta relevancia a este grave asunto, cosa que le honra, fue el Diario del Altoaragón: ver aquíaquí y aquí.

–En el Heraldo sólo salió esto, y encima, el titular, que anuncia que el alcalde de Sijena «declara por un robo de joyas«, induce a creer que es que las ha robado él.

–En la prensa catalana apareció esto, mientras que en el ABC se incidía en que el «propietario» niega incluso que la reliquia proceda de Sijena, que mandan eggs.

El País, que ha inaugurado en los últimos tiempos una trayectoria errante, no se entera de ná. Aquí, incluso, desgranan estas perlas cultivadas:

Siglos de herencia aristocrática. La familia Grau Pla, víctima del robo millonario, conserva en la finca de Riudecols una colección acumulada a través de siglos de herencia aristocrática que asemejan la mansión a un enorme museo sin inventariar. La mayoría de los objetos de la colección familiar datan del siglo XII, aunque su propietario admite que puede haber entre ellos reliquias de más antigüedad. «Se han ido conservando recuerdos y hasta hay algunos que ni habré visto», señala Llorenç Jaume Grau Pla, el dueño de esta monumental herencia.

«Monumental herencia», dice. Anda, que… (Las cursivas son mías. Alguien tendría que poner en cuestión todo esto, ¿no?)

–Finalmente, por algún lado se afirma que las joyas volverán a las manos del oscuro propietario.

¿Fin de la historia?

Cuatro colofones, cuatro

Uno, que me choca, como decía al principio, el diferente enfoque que se puede llegar a dar a las cosas.

Dos, que me gustaría que el Parlamento catalán apoyara, por unanimidad, las reclamaciones que se pudieran hacer, como de hecho se hacen, de pueblos de su Comunidad referidas a piezas que se guardan en sus propios museos de Lérida o Barcelona, por ejemplo, lo mismo que se apoya la reclamación de Sort hacia el museo The Cloisters de Nueva York. Que hagan caso a los pueblos del Valle de Boí y del de Taüll cuando reclaman que se les devuelvan las pinturas de sus iglesias que se conservan, como tesoros, en el MNAC.

Tres, que me gustaría que las instituciones aragonesas dijeran algo. Algo. Que hagan ver como que existen y que no se dediquen, simplemente, a dejar pasar el tiempo.

Cuatro, que me habría gustado ver qué tratamiento habría dado la prensa a una hipotética (e inverosímil) reclamación aragonesa de una pieza de The Cloisters, tipo el sepulcro del arzobispo Dalmau de Mur, que allí se conserva. Qué habrían dicho El País, La Vanguardia… Si es que decían algo, claro.

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Monestir de Pedra, als Països Catalans

Fuimos hace unos días al Monasterio de Santes Creus. Cualquier momento es bueno para hacerlo, porque es un lugar maravilloso:

Pero si, además, es temporada de calçots, el atractivo todavía es mayor: en la redolada, en el precioso pueblín que se formó alrededor del monasterio (cuyas casas tienen toda la pinta de haber sido antiguas dependencias monacales), hay varios restaurantes joconudos.

Y en el monasterio, una sorpresa. La verdad es que para mí no lo fue del todo: recordaba vagamente haber visto aquello hace muchos años, pero no estaba segura. Ahora puedo dar fe.

A la entrada, un panelón enorme expone el tema «Expansió del Císter als Països Catalans»:

Unos tachan lo de los «països» y otros lo reescriben. Bueno.

La difusión que tuvieron los cenobios aquellos por aquí y por allá se muestra en forma de árbol genealógico. Tiene sentido hacerlo así porque los monasterios cistercienses se fundaban con gente llegada de otro monasterio cisterciense anterior, como si fueran hijitos; lo que resulta raro es que lo hayan puesto al revés de como sería lógico, esto es, de abajo arriba, cuando debería ser de arriba abajo. Me explico: los monasterios «madre», que eran de Francia (aunque a veces las palabras «Francia» y «francés» aparecen tachadas por «Occitania» u «occità»), tendrían que haber estado arriba del todo, como se suele hacer con cualquier árbol genealógico; y los hijuelos que se derivaban de ellos tendrían que ir ramificándose hacia abajo, ¿no? Pues está justo al revés.

Tal vez se quiso plasmar la idea de de esos monasterios-madre como «raíz»… Pero también cabe pensar que les pareció inconveniente dejar a los hijuelos, que son los propios, en la parte inferior de la estructura. Estas cosas, en general, no se hacen porque sí.

El caso es que llegamos al final del panel y nos encontramos con esto, que es a lo que vamos:

También aquí la gente tacha y repinta sucesivamente, como se ve.

«Pedra» es el Monasterio de Piedra. Pero, señores míos, no está en «Alhama d’Aragó», sino en Nuévalos. Muy cerquita de Calatayud. Y eso cae algo lejos de Cataluña e incluso de los Països Catalans, ¿no? Vamos, como que está casi pegao a la muga con Castilla…

¿Que no se han dao cuenta de que han metido la pata dos veces?

Mon dieu!, que diría un fraile de la Sauve-Majeure o Selva Mayor, que era el monasterio-madre de todos estos hispanos…

Un detalle: bajo la mención a «Benifassá» se indica que está en el «Maestrat» y acto seguido se añade: «Castelló». ¿Será por si hubiera duda de que ese Maestrat fuera el aragonés? Pues es que donde dice «Alhama d’Aragó» no se indica seguidamente «Zaragoza», ni tampoco «Saragossa» o «Comunitat de Calatayut» (por aquello de evitar mencionar las provincias y referirse sólo a las comarcas, como es costumbre por esos pagos). Nada, oiga. Que esté donde quiera. Cada cual que se lo imagine.

En fin, puestos a mirar, a mirar, me encuentro con una cosa que no recordaba:

¡Andaaaaaa! ¡Casbas, a un tiro piedra de Huesca, también se incluye en la expansión del císter «als Països Catalans»!

Mecá con el expansionismo. Se lo van a tener que hacer mirar…

He hecho una pausa gorda en mitad de la escritura de este post para ver «Oregón Televisión». Eso es una terapia impagable. Ver a la niña del Exorcista gritando «¡Ramón Berenguer fou rei de la Corona Catalanoaragonesa!«, arrastrando la «ele», mientras el párroco la exorcizaba con agua del Ebro a su paso por Pina, de la que iba a ir al trasvase del Ebro pero que al final no se hizo… :DDDD

Ah, qué buenooooo…

Para acabar: no pudimos ver las tumbas reales, que me habría gustado ver la lápida que señala la tumba de Pedro III, ése que está ahora tan en boga porque lo están estudiando en Barcelona y a quien a cada rato llaman «Pere Segon, el Gran»; porque en la lápida de marras se dice bien clarito, aunque en latinajo medieval, aquello de «REX ARAGONENSIS COMES ET DUX BARCINONENSIS», oséase, «Rey de los aragoneses y conde y duque de los barceloneses», o bien «Rey de Aragón y conde y duque de Barcelona». Cataluña no aparece. Por aquello de aclarar dudas o malentendidos.

Pero no pudo ser:

Así que lo del supuesto Pere Segon el Gran lo dejo pa otro rato, que tiene su miga.

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Antonio Pérez se quiso escapar

 

Miren qué bonito era el sello del Justicia de Aragón. Hermosuras de éstas se encuentra una cuando alcahuetea por los papeles de los archivos.

Hace un par de meses estuve en el de Protocolos Notariales de Zaragoza buscando una cosita sobre Sora, y me entretuve leyendo un documento que me salió al paso sobre aquel episodio tan tremendo que fueron las «Alteraciones de Zaragoza» de 1591, en el que aparecen dos de sus protagonistas: el secretario real Antonio Pérez y el Justicia de Aragón, Juan de Lanuza, que sería decapitado pocos meses después a consecuencia de todo aquel follón.

Resumo un poco lo que pasó: Antonio Pérez, secretario en la Corte de Felipe II, fue acusado de asesinato y huyó a Aragón para acogerse al Privilegio de Manifestación, tratando de encontrar un trato jurídico más benevolente o que le protegiera del que se le habría dado en Castilla. En Aragón, la defensa de aquel personaje fue la chispa que desencadenó unas «alteraciones» que, en realidad, ponían de manifiesto desavenencias más profundas.

Se trataba del enfrentamiento entre dos modos de concebir el Estado: centralista por parte del monarca castellano, defensor de su particular ordenamiento jurídico y sus privilegios por parte de Aragón. Un siglo llevaban Aragón y Castilla de desencuentros por esta causa, el mismo que llevaban sus dos Coronas unidas. Y Antonio Pérez vino a ser la gota que colmó el vaso.

Felipe II quiso que Antonio Pérez fuera encarcelado en la Aljafería, donde estaba la Inquisición, porque como el tribunal inquisitorial era suyo, podría «juzgarlo él» (digámoslo a lo bruto, que como me detenga en matices me saldrá un tocho). Los nobles aragoneses, sin embargo, pugnaron por mantenerlo en la Cárcel de los Manifestados, porque ésta era competencia de los fueros propios.

Pérez fue llevado de una cárcel a otra por dos veces, y en las dos hubo graves algaradas callejeras, que acabaron con la vida de varios importantes personajes. Al final, Felipe II no pudo tolerar ese desafío, envió a sus tropas a Zaragoza, las tropas invadieron la ciudad, se decapitó al Justicia, se procedió contra los nobles levantiscos y se dejaron en «stand by», o directamente se anularon, algunos de los fueros y privilegios propios de Aragón.

(Poco más de un siglo después, con Felipe V y los Decretos de Nueva Planta, los fueros aragoneses pasarían definitivamente a ser historia.)

Bueno. Volvamos al documento de marras. El 10 de diciembre de 1591, el Justicia de Aragón, Juan de Lanuza, acude a la cárcel de los Manifestados para comprobar el estado de las rejas de los aposentos donde está encerrado Antonio Pérez, en concreto los que dan a la calle del Mercado (donde ahora está el Mercado Central), pues ha tenido noticia de que estaban rotas. De modo que encarga a un cerrajero, Gil de Buitrón (vaya nombre para un cerrajero) que las revise:

…y assi mesmo dicho señor Justicia de Aragón, en presencia de mí dicho notario, y testigos avaxo nombrados, hizo vissura y ocular inspection de la una de las rejas de los dichos aposientos donde dicho Antonio Pérez estaba preso, que es la del aposiento donde él duerme, la que está acia la Puerta Toledo, y para haber de reconoscer bien y como convernia dicha reja, si había rotura en ella, mandó a Gil de Buytrón, sobrino de Joan de Buytrón, cerrajero del Reyno, que allí presente estaba, reconosciesse dicha reja y todos los yerros de aquella.

El qual, yendo reconosciendo con un yerro dicha reja, se alló y vio ocularmente que la quinta barra contando desde avaxo al rincon que sale para fuera, donde se apega a la juntura de la otra barra de dicha reja que atraviessa de arriba para vaxo, acia la parte de la Puerta Toledo, estaba cortada casi toda y que no faltaba para acabarla de cortar sino obra de un canto de un real de a ocho; de tal manera que con poca fuerza lo acabaran de romper. Y la misma barra de yerro acia la parted y junto a ella, comenzada a cortar por dos partes, que era por arriba y por avaxo.

Las quales dichas roturas y cortaduras estaban tapadas pro encima con un betun negro de color de yerro, el qual encima estaba duro y fuerte ydevaxo estaba muy blando y fresco, de tal manera que no se echaban de ver dichas roturas y cortaduras.

Y se vio ocularmente que, quitado dicho pedaço de yerro y cortado aquel, por alli se podia salir un hombre con facilidad, según que todo lo sobredicho el dicho señor Justicia y yo dicho notario y testigos avaxo nombrados ocularmente vimos ser assi verdad como arriba se contiene.

¡De modo que el amigo Pérez tenía serradas (y disimulados los cortes con betún) las rejas que daban a la plaza…! No sé interpretar a ciencia cierta qué pudo significar eso, pero en principio parece un papelón para el pobre Justicia, ¿no? Él, defendiéndole de las iras de Felipe II, acogiéndole a los Fueros de Aragón, empeñándose en que permaneciera en la Cárcel de los Manifestados y no se lo llevaran a la de la Inquisición (bueno, en realidad esto había sido su padre, también llamado Juan de Lanuza); y el otro, serrando los barrotes para escaparse…

Menudo julay me da a mí que fue éste Pérez. Que, por cierto, acabó sus días felizmente escapado a Francia, mientras aquí el Juan de Lanuza padre moría de heridas que le hicieron en la calle durante uno de los famosos «traslados de cárcel», el Juan de Lanuza hijo era decapitado, los nobles aragoneses levantiscos eran descabalados, cien personas fueron objeto de autos de fe y condenadas a severos castigos, Zaragoza se veía invadida por el ejército real y Aragón se quedaba sin sus fueros…

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Amor libre

Se pusieron de moda hace un tiempo y todavía quedan algunos. Hay parejas que declaran su amor poniendo un candado en un puente y tirando las llaves al río.

Qué imagen más fea para simbolizar el amor. Un candado evoca la atadura, la esclavitud; y se pone roñoso.

El amor es todo lo contrario.

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