Antonio Pérez se quiso escapar

 

Miren qué bonito era el sello del Justicia de Aragón. Hermosuras de éstas se encuentra una cuando alcahuetea por los papeles de los archivos.

Hace un par de meses estuve en el de Protocolos Notariales de Zaragoza buscando una cosita sobre Sora, y me entretuve leyendo un documento que me salió al paso sobre aquel episodio tan tremendo que fueron las «Alteraciones de Zaragoza» de 1591, en el que aparecen dos de sus protagonistas: el secretario real Antonio Pérez y el Justicia de Aragón, Juan de Lanuza, que sería decapitado pocos meses después a consecuencia de todo aquel follón.

Resumo un poco lo que pasó: Antonio Pérez, secretario en la Corte de Felipe II, fue acusado de asesinato y huyó a Aragón para acogerse al Privilegio de Manifestación, tratando de encontrar un trato jurídico más benevolente o que le protegiera del que se le habría dado en Castilla. En Aragón, la defensa de aquel personaje fue la chispa que desencadenó unas «alteraciones» que, en realidad, ponían de manifiesto desavenencias más profundas.

Se trataba del enfrentamiento entre dos modos de concebir el Estado: centralista por parte del monarca castellano, defensor de su particular ordenamiento jurídico y sus privilegios por parte de Aragón. Un siglo llevaban Aragón y Castilla de desencuentros por esta causa, el mismo que llevaban sus dos Coronas unidas. Y Antonio Pérez vino a ser la gota que colmó el vaso.

Felipe II quiso que Antonio Pérez fuera encarcelado en la Aljafería, donde estaba la Inquisición, porque como el tribunal inquisitorial era suyo, podría «juzgarlo él» (digámoslo a lo bruto, que como me detenga en matices me saldrá un tocho). Los nobles aragoneses, sin embargo, pugnaron por mantenerlo en la Cárcel de los Manifestados, porque ésta era competencia de los fueros propios.

Pérez fue llevado de una cárcel a otra por dos veces, y en las dos hubo graves algaradas callejeras, que acabaron con la vida de varios importantes personajes. Al final, Felipe II no pudo tolerar ese desafío, envió a sus tropas a Zaragoza, las tropas invadieron la ciudad, se decapitó al Justicia, se procedió contra los nobles levantiscos y se dejaron en «stand by», o directamente se anularon, algunos de los fueros y privilegios propios de Aragón.

(Poco más de un siglo después, con Felipe V y los Decretos de Nueva Planta, los fueros aragoneses pasarían definitivamente a ser historia.)

Bueno. Volvamos al documento de marras. El 10 de diciembre de 1591, el Justicia de Aragón, Juan de Lanuza, acude a la cárcel de los Manifestados para comprobar el estado de las rejas de los aposentos donde está encerrado Antonio Pérez, en concreto los que dan a la calle del Mercado (donde ahora está el Mercado Central), pues ha tenido noticia de que estaban rotas. De modo que encarga a un cerrajero, Gil de Buitrón (vaya nombre para un cerrajero) que las revise:

…y assi mesmo dicho señor Justicia de Aragón, en presencia de mí dicho notario, y testigos avaxo nombrados, hizo vissura y ocular inspection de la una de las rejas de los dichos aposientos donde dicho Antonio Pérez estaba preso, que es la del aposiento donde él duerme, la que está acia la Puerta Toledo, y para haber de reconoscer bien y como convernia dicha reja, si había rotura en ella, mandó a Gil de Buytrón, sobrino de Joan de Buytrón, cerrajero del Reyno, que allí presente estaba, reconosciesse dicha reja y todos los yerros de aquella.

El qual, yendo reconosciendo con un yerro dicha reja, se alló y vio ocularmente que la quinta barra contando desde avaxo al rincon que sale para fuera, donde se apega a la juntura de la otra barra de dicha reja que atraviessa de arriba para vaxo, acia la parte de la Puerta Toledo, estaba cortada casi toda y que no faltaba para acabarla de cortar sino obra de un canto de un real de a ocho; de tal manera que con poca fuerza lo acabaran de romper. Y la misma barra de yerro acia la parted y junto a ella, comenzada a cortar por dos partes, que era por arriba y por avaxo.

Las quales dichas roturas y cortaduras estaban tapadas pro encima con un betun negro de color de yerro, el qual encima estaba duro y fuerte ydevaxo estaba muy blando y fresco, de tal manera que no se echaban de ver dichas roturas y cortaduras.

Y se vio ocularmente que, quitado dicho pedaço de yerro y cortado aquel, por alli se podia salir un hombre con facilidad, según que todo lo sobredicho el dicho señor Justicia y yo dicho notario y testigos avaxo nombrados ocularmente vimos ser assi verdad como arriba se contiene.

¡De modo que el amigo Pérez tenía serradas (y disimulados los cortes con betún) las rejas que daban a la plaza…! No sé interpretar a ciencia cierta qué pudo significar eso, pero en principio parece un papelón para el pobre Justicia, ¿no? Él, defendiéndole de las iras de Felipe II, acogiéndole a los Fueros de Aragón, empeñándose en que permaneciera en la Cárcel de los Manifestados y no se lo llevaran a la de la Inquisición (bueno, en realidad esto había sido su padre, también llamado Juan de Lanuza); y el otro, serrando los barrotes para escaparse…

Menudo julay me da a mí que fue éste Pérez. Que, por cierto, acabó sus días felizmente escapado a Francia, mientras aquí el Juan de Lanuza padre moría de heridas que le hicieron en la calle durante uno de los famosos «traslados de cárcel», el Juan de Lanuza hijo era decapitado, los nobles aragoneses levantiscos eran descabalados, cien personas fueron objeto de autos de fe y condenadas a severos castigos, Zaragoza se veía invadida por el ejército real y Aragón se quedaba sin sus fueros…

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Amor libre

Se pusieron de moda hace un tiempo y todavía quedan algunos. Hay parejas que declaran su amor poniendo un candado en un puente y tirando las llaves al río.

Qué imagen más fea para simbolizar el amor. Un candado evoca la atadura, la esclavitud; y se pone roñoso.

El amor es todo lo contrario.

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Monsieur Menjón in concert

El próximo viernes día 26, a las 20:30 h, el genial pianista Alberto Menjón Bohanna dará un concierto en la Casa de Cultura de Tauste.

No se lo pueden perder: será lo mejor que han visto los siglos. Iba a añadir la consabida coletilla «ni esperan ver los venideros», pero no, claro: quedan por venir muchos más conciertos de este joven y brillante artista, que no es que vayan a ser igual de buenos, sino que irán in crescendo.

Cuando Alberto esté, dentro de unos años, en el culmen de su fama, podrán jactarse de haber asistido a éste su primer concierto en solitario. «Yo estuve allí», dirán con orgullo.

Actualización: ¡aquí está el programa!

Primera Parte

J. S. Bach: Das Wohltemperierte Klavier, Teil I:
Præludium & Fuga XIII a 3 voci, BWV 859

L. van Beethoven: Sonata nº 5 en do, Op. 10/1
I. Allegro molto e con brio
II. Adagio molto
III. Prestissimo

S. Rachmaninov: Étude-Tableau en mi bemol, Op. 33/5
Étude-Tableau en mi bemol, Op. 39/5
Étude-Tableau en Re, Op. 39/9

Segunda Parte
(en conmemoración del 2º centenario del nacimiento de Chopin)

F. Chopin: Estudio póstumo nº 1 en do #
Polonesa en La, Op. 40/1
Polonesa en fa #, Op. 44
Balada en La bemol (nº 3), Op. 47 

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Los misterios de Ateca

Estuve el viernes en Ateca con unos amigos y me volví con varios misterios en la cámara y en la recámara:

1.- ¿Por qué la torre de su iglesia, preciosa ella de verdad, tiene una planta tan desganguillada e irregular, y está retorcida en alzado?

Miren la cornisa de la parte baja, más desviada que pa qué.

2.- ¿Por qué al arquitecto restaurador le dio, recientemente, por quitar todos los platos antiguos de cerámica que la decoraban, y todos los fustes de las columnillas, y los sustituyó por piezas planas, chatas y modernas?

 

 

3.- ¿Qué hace en los anejos de la iglesia, en concreto en el cuarto de la caldera de la calefacción, una momia escondida en un hueco de la pared (minifaldera y con un escapulario sobre el pecho, para más señas)?

4.- ¿Quién fue el original escultor que hizo esta escultura (¡que me encantaaaaaa!), mezcla de San Roque, Santiago y Fred Astaire?

Estoy que vivo sin vivir en mí…

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Ángel Betoré y la Historia

Mi tío Miguel Gato, padre de Miguelgato, me dio el otro día las fotocopias de este número de la revista «La Linterna», de 1936, en el que se relata un crimen que sucedió entonces en Tauste. La portada es preciosa, divertida; pero la noticia es horrenda. Habla de uno de esos crímenes que hasta hoy, por desgracia, se siguen cometiendo a decenas, y son los de los maridos que matan a sus mujeres cuando éstas les dejan o amenazan con dejarles.

Recuerdo que conocí esta noticia a través de los cuidados álbumes de Ángel Betoré: nos los prestó a los chavales del instituto, quienes, espoleados por el magisterio de nuestro profe Joaquín Vispe, empezamos a interesarnos por las tradiciones, el habla, el arte, la historia y las historias de nuestro pueblo. Aquellos álbumes llegaron a mi casa una noche, cuajados de fotografías y dibujos, de primorosos textos escritos con una caligrafía peculiar, casi «de diseño». Era un pequeño mundo recogido, espigado y guardado con mimo.

Me impresionó, pues lo guarda bien mi memoria. Sin querer, me enseñó que «la historia», que por entonces ya me atraía mucho, es algo profundo y vivo que se extiende más allá (o más acá) de los nombres de los grandes personajes, las fechas de las batallas y los hitos de la civilización.

Sé que todo eso también tiene importancia. Me lo recordó de manera imborrable el único suspenso de mi vida: me lo puso Guillermo Fatás (luego querido; en ese momento concreto, no) nada más desembarcar en la Universidad, cuando, en el examen de Historia de primero, ante el tema «La crisis del siglo III», yo le conté de todo excepto lo que había pasado con los emperadores romanos en ese tiempo (y anda que no pasaron cosas). Cuando fui a revisar la nota, me entregó mi examen. En el margen superior había anotado: «Cañamazo político ausente totalmente».

Me costó reconocer que tenía razón. Lo uno no va sin lo otro… pero tampoco lo otro va sin lo uno. Supongo que me había calado demasiado el punto de vista que descubrí en los álbumes de Betoré. Unos álbumes que sólo habían estado un par de noches en mi casa…

Estos días se rinde homenaje, en la Casa de Cultura de mi pueblo, a su recuerdo y a su trabajo. Yo quiero sumarme a él desde aquí. Porque su nombre se suma al de los dos profesores que he nombrado aquí, Vispe y Fatás, en la tarea de hacerme enfocar bien el estudio de la Historia. De la que forman parte los emperadores romanos, el trillo y la siega, las pirámides, las trirremes, la forma de las casas, la mujer asesinada en mi pueblo, los documentos de los archivos y hasta la enfermera de la portada de «La Linterna».

Ángel Betoré, in memoriam.

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Poblet, el puzzle

Estuvimos el viernes en los monasterios de Rueda y Poblet. Una gozada. Surgen muchas historias que contar, pero la primera va a ser la cita de varios fragmentos de un capítulo del libro Arte y Guerra Civil, de Luis Monreal Tejada (1999), publicado por La Val de Onsera, que el autor dedica a la trabajosísima reconstrucción de Poblet y a sus artífices.

Va la cita, que se inicia en el punto en el que, tras la Desamortización de Mendizábal (1835) el monasterio, como prácticamente todos los demás del país, queda abandonado:

En agosto de aquel año 1835 ya se habían dispersado todos los monjes, sin que las autoridades civiles hubieran tomado ninguna medida para la salvaguarda del monumento. El P. Agustín Altisent, en su documentada Historia de Poblet da detallada cuenta de las vicisitudes por las que pasaron los religiosos, a partir del momento en que quedó desierto todo el dominio cisterciense populetano. El archivo trasladado y dividido, la biblioteca saqueada, los huesos de los monarcas sacados de sus tumbas rotas y esparcidos por la iglesia. Más tarde Mosén Serret, cura de la iglesia de Espluga de Francolí, en unión de Pedro Gil, recogieron los restos dispersos, ocultándolos en el templo de la Espluga durante algún tiempo y trasladándolos después para su guarda en la catedral de Tarragona.

En aquel desbarajuste de huesos se ha creído poder reconocer los despojos de dos insignes personajes. Se atribuyeron los huesos más largos a Jaime I, por la fama de su aventajada estatura. Y se supuso que correspondía a Carlos príncipe de Viana un cuerpo momificado al que faltaba un brazo, amputado según se dice por los barceloneses, antes de enviar el cadáver a Poblet, a fin de conservar ese miembro como reliquia.

Durante unos años, trabajaron ávidamente en el sagrado recinto cuantos excavadores clandestinos quisieron, en busca de los supuestos tesoros de los monjes. O bien, aficionados a las antigüedades que arrancaban sin miramiento estatuillas y otros fragmentos escultóricos, visibles hoy muchos de ellos en museos y colecciones de todo el mundo. Se vendían falsos planos de emplazamiento de tesoros, facilitados por algún monje según los timadores. Gente incauta los compraba e invertía más o menos dinero en abrir tumbas y agujerear paredes sin resultado. […]

Todavía hay que mencionar los destructores por saña, que colaboraron en la tarea de convertir en miles y miles de cascotes la riqueza escultórica en piedra y en alabastro que constituía la magnífica decoración de Poblet. […]

En 1844 se crearon las Comisiones Provinciales de Monumentos y la de Tarragona tomó a su cargo la custodia y vigilancia de los monasterios de Poblet y Santes Creus, disponiendo para ello de escasísimos recursos económicos. Aún así, años más tarde había realizado algunos trabajos de limpieza y ordenación de las ruinas.

[…]

La situación fue mejorando paulatinamente bajo los cuidados de la Comisión de Monumentos de Tarragona, cuya presidencia recayó hacia 1925 en un personaje singular, don Eduardo Toda y Güell, que había sentido la llamada de Poblet siendo un niño. Recorrió todo el mundo durante los largos años de su carrera diplomática y regresó a residir la última década de su vida en el propio monasterio, donde murió dando el relevo a los monjes del Císter.

Fue él quien llevó a Poblet al rey Alfonso XIII y consiguió el Real Decreto de 14 de junio de 1930 por el que se creaba el Patronato del Monasterio de Poblet, cuyo presidente fue Toda. […] Ya presidente del primer patronato, empieza su labor reconstruyendo la antigua casa del maestro de novicios, en el jardín de la clausura, ante un bello estanque. Será la casa del Patronato, en la que su presidente se quedó a vivir. Su presencia en Poblet es cotidiana y por ello de máxima eficacia, dedicado por entero a esta obra. Va consiguiendo, poco a poco, ayudas económicas y realizando restauraciones parciales. Sobre todo en los lugares más visibles, como la iglesia y su retablo mayor, el claustro con el templete de la fuente, la gran cocina monástica, etc.

Tiene un ayudante que se ha trasladado también desde Reus para vivir en Poblet. Lo conocí bien y jamás supe su apellido e ignoré todo respecto a su familia. Se llamaba simplemente Joanet. Era un buen picapedrero con habilidades de escultor. De tipo bajo y ancho, casi cuadrado, humilde, callado y sonriente. […]

¿Qué hacía Joanet en el maltrecho monasterio? Recogía trozos de piedra. Había llenado de grandes mesas formadas por tableros sobre caballetes las dobles naves que habían sido, y vuelven a ser, biblioteca y archivo. Sobre ellas ponía y clasificaba, observando materiales y formas, todos los  trozos dispersos. Este del retablo de Forment, el otro del sobreclaustro, uno de las tumbas reales, aquel de las cámaras funerarias de los Cardona, etc. Agrupados así, cada uno en su mesa, Joanet pasaba horas y horas mirándolos y dándoles vueltas. De pronto hallaba dos fracturas que coincidían y al juntar sugerían una figura que acaso posteriores hallazgos iban a completar. Y cuando llegaba a este resultado, volvía a colocar la estatua o el relieve en los lugares para donde habían sido hechos. Nadie que no lo viera entonces puede imaginar la inmensidad de aquel abrumador rompecabezas.

Cuando años más tarde se reconstruyeron los sepulcros reales, la labor de Joanet en años de búsqueda fue decisiva. Del trabajo se encargó el escultor Federico Marés, quien rehizo las estatuas yacentes guiándose por los fragmentos auténticos, que eran incrustados en ellas […]. Delante de Marés no se podía nombrar a Joanet, pues le parecía que la paciente tarea preparatoria realizada por éste ensombrecía su creación de las nuevas tumbas reales.

Joanet fue recompensado con la Medalla de la Orden de Alfonso el Sabio y creo que éste fue el único reconocimiento que obtuvo en su vida. Se la ponía en el pecho, con visible cortedad, cuando venían autoridades a alguna fiesta grande en Poblet.

De hecho, es que todavía no se le reconoce siquiera su existencia. Lo que se cuenta en los libros es más o menos parecido a esto que reproduzco a continuación, que he sacado de esta página (por cierto muy buena y de donde proceden tres de las fotos que aquí aparecen; las demás son mías):

En 1942, el Ministerio de Educación se hizo cargo de la restauración de los sepulcros reales. El proyecto era volver a emplazar los arcos escarzanos y los sarcófagos tal y como se sabía que habían existido. El arquitecto provincial responsable de la obra fue Monravá y el escultor responsable de restituir la escultura fue Federico Marés que hizo una obra insólita trabajando con los 500 fragmentos informes de alabastro que pudo reunir, procedentes de la obra original. Aun siendo tantos los fragmentos, representaban tan solo el dos por ciento de lo perdido. Marés utilizó para la restauración el alabastro procedente de Beuda en Gerona, la misma cantera que había abastecido a los artistas del siglo XIV. Durante diez años estuvo trabajando en este rompecabezas, con gran paciencia y profesionalidad.

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Autoestima

Una cita del profesor José Galiay Sarañana, en el prólogo de su libro Arte mudéjar aragonés, escrito en 1950:

Gran parte de los trabajos de arqueólogos y críticos españoles publicados al final del siglo pasado y comienzos del presente coinciden en considerar como de escasa importancia cuanto artístico de tiempos pasados conserva Aragón. Bien es verdad que este criterio tan singular y no menos parcial, reflejado en sus escritos, sigue las huellas trazadas por ciertos autores extranjeros, poco conocedores de nuestro Arte, pero bien dispuestos en ánimo y argumentos para elogiar el suyo como superior a los demás e inspirador de ellos.

No es menos cierto, porque así se prueba a través de los escritos, el poco cuidado puesto en el estudio del Arte aragonés por la mayor parte de los autores que se han ocupado de él. Casi todos lo conocen parcialmente, reducido a unas pocas obras y monumentos de fácil visita señalados como patrón de las características que han dado en llamar locales, punto de partida para establecer comparaciones no siempre bien fundadas.

Así se explica, según tales textos, que haya regiones aragonesas de gran extensión sin un solo monumento digno de cita y menos de estudio, ni una pintura notable, retablo escultórico o pieza de orfebrería por admirar, cuando, en realidad, ninguna ciudad aragonesa ni pueblo, por insignificante que sea, carecen de algo no vulgar o corriente en el terreno del Arte.

Y no hablemos del terminantísimo juicio que les merece la calidad: Arte siempre pobre y mercenario, sin carácter, ambiguo, a imitación de otros, como si Aragón, carente en todo momento de cerebros y energías o considerado como pueblo guerrero exclusivamente, sin cultura, hubiera estado de continuo a merced de gustos y tendencias de otras regiones.

Bien distinta es la opinión sustentada por quienes, después de recorrer hasta los más recónditos lugares, supieron encontrar en cualquier manifestación de Arte aragonés las mismas gallardías que en los demás de la Península, y, a veces, gestos nuevos que lo distinguen de otros.

Por nuestra parte, reconociendo en la afirmación un tanto de parcialidad o, si se quiere, de exagerado entusiasmo, jamás compartimos aquel criterio. Contrariamente, creímos siempre, por un sinfín de razones ajenas al lugar, que toda cultura llegada a Aragón sufrió, cuando no prematuramente a la larga, la influencia del país, modificándose su pureza hasta el extremo de adquirir caracteres propios de nuestra cultura. Buena prueba son las particularidades de los estilos ojival, mudéjar y renacimiento aragoneses, que ya comienzan a ser considerados como modos distintos de los similares de otras regiones.

Afortunadamente aquel concepto, infundado y erróneo, va desvaneciéndose…

Desechado por equívoco el concepto de mezquindad atribuido a toda manifestación de Arte aragonés, y reconocida la influencia que ejerció nuestra cultura sobre las distintas arribadas, imprimiéndoles características singulares, debe admitirse nuestra posibilidad creadora como explicación de ciertas particularidades que presentan algunos de nuestros monumentos, de los cuales fueron puestos en duda sus orígenes aragoneses.

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"Orache", contribución a la R.A.T.A.

Hace ya días, mi hermano me comentaba en un mensajico: 

«¿No te resulta curioso el parecido (fonético, claro) de «orache» con la palabra francesa que significa tormenta? 

orage  (De l’ancien français ore (vent)) 

  1. Perturbation atmosphérique, ordinairement de peu de durée, qui se manifeste par un vent impétueux, de la pluie ou de la grêle, des éclairs et du tonnerre. 

Qué bonitas son las palabras. Ésta me gusta, orache, aunque tenga el sentido de «viento frío» o «mal tiempo», que es lo que significa en mi pueblo. «¡Ah, qué orache!», se dice, sobre todo cuando sales a la calle y te encuentras con la ciercera, o con el aire frío y revuelto mezclado con lluvia; o bien al entrar a un sitio cálido y cerrado, dejando el mal tiempo al otro lado de la puerta.

Es divertido jugar con las palabras. Que se lo pregunten a Miguel Mena, si no, aunque su especialidad son los juegos con los topónimos (me encanta su sección de «Toponimia nimia» en la radio). Pero voy descubriendo que a los lingüistas y a los académicos también les encanta jugar con su ciencia. Como muestra, vean lo que me he encontrado buscando por ahí la palabra «orache», que en castellano es «oraje» y en catalán «oratge»: 

Esta es la primera definición que da el Diccionario de la Real Academia Española, en su edición de 1832. O, al menos, es la primera que se registra en la web oficial de la RAE. En 1843 ya se indicaba que era una palabra antigua, y en 1884 aparece con su primera etimología: se dice que viene “del fr. orage«.

Sin embargo, en 1914 se afirma que viene “de un derivado del latín aura, viento»: 

En 1956 se introduce la indicación de la voz en catalán y se varía otra vez, un poco, la etimología: 

En 1984 se añade al francés y al catalán el provenzal como forma de origen, aunque se sigue manteniendo el significado antiguo de la palabra, si bien se le añade una segunda acepción, completamente nueva: «estado del tiempo», en general:

Y a partir de 1992 se elimina del todo el significado tradicional de la palabra, aunque ya no varía su etimología, que sigue derivando del francés, el catalán y el provenzal a través del latín: 

Hasta llegar a hoy, en que la acepción nueva de la palabra ha pasado a ser la vigente, mientras que «borrasca» o «temporal» queda como significado en desuso: 

oraje. (De las formas cat., prov. y fr., der. del lat. *auraticum).

1. m. Estado del tiempo, temperatura, etc.
2. m. desus. borrasca (? temporal en tierra).

Sin embargo, en catalán la palabra «oratge» no tiene la misma etimología y no deriva de auraticum sino de ora

oratge [s. XIV; de ora] m 1 Vent. // 2 esp Vent terral. // 3 Temps, estat de l’atmosfera. Avui fa molt bon oratge.

Y, a todas estas, ¿qué pasa con nuestro orache?

No tengo el diccionario de Andolz, sólo el de Moneva y Puyol, de los años 20 (que editó Xordica), y el de José Pardo Asso, de los años 30 (que editó Gara). Moneva recoge acepciones de diversos lugares de Aragón, todas con el significado de «tiempo ventoso y frío, revuelto, viento fresco excesivo, tiempo desapacible…»; mientras que Pardo Asso, para quien la palabra deriva de «aura, viento», significa

Oraje, temperie, temperatura sin calificar o significando el sentido en que lo dicen por el tono de la voz: ¡Qué orache! Dicho con contento indica que la temperatura es agradable; pronunciado con desagrado significa lo contrario. Hay quien le da el significado preciso de viento fresco, cuando es excesivo.

Ese «hay quien» del final sería uno de mi pueblo, fijo.

Octavio Sierra Sangüesa, para hacer su Vocabulario general de las Cinco Villas de Aragón (2003), no debió de estar en Tauste documentándose, pues de hacerlo no habría puesto como significado de «orache»

Generalización sobre el estado atmosférico, por ello va acompañado de los adjetivos: buen o mal.

En Tauste no hay que ponerle adjetivo: sería como decir que hace «buen mal tiempo» o «mal mal tiempo».

Para terminar, vamos al Biquizionario (palabra que, por cierto, nos pongamos como nos pongamos, es bien fea) y nos enteramos de que allí «orache» deriva «D’o latín oraticum, con o sennificato igual» y que quiere decir

  • Tiempo metiorolochico.
  • Airet suau. [N. del T.: «Airecillo suave»]
  • Aunque en alguna página del mismo Biquizionario se indica que viene «del latín a través del occitano»…

    Huy. Y parecían serios, los académicos, jejeje…

    En fin. Como diría Cano…

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    La Sanantonada

    Hacía años que no bajaba a la hoguera de San Antón en mi pueblo. Tuve la suerte de hacerlo ayer y me sentí feliz.

    Mis hijos disfrutaron tanto o más que yo; sobre todo Joaquín, el mayor, que se dio vida él solo por allí, corriendo por todas partes con los demás chicos, quemando palitos en las hogueras pequeñas… ¡jugando con fuego, y él solo!

    Por la noche, volviendo a casa, nos preguntó que por qué «otros días de enero» no habíamos ido a esa fiesta… «Mama, ¡qué bien me lo he pasado hoy!», me dijo, sondormido, al meterse a la cama.

    Yo también estaba contenta. No recordaba ya la magia que tiene esa noche, el buen ambiente que se crea, la charla con mis amigos de siempre…

    ¡Viva San Antón! Y felicidades a Manolo, sanantonero de pro…

    [La imagen está tomada de aquí.]
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    Amigas de libro

    Esta tarde he ido a la biblioteca para devolver un libro, sin intención de llevarme otro. Pero desde una estantería me ha mirado Rebeca, así que me lo he cogido en honor a Patricia Esteban.

    De vuelta a casa, me he metido en la Librería General. Tampoco era para comprar libros, sino material escolar. Pero me he acercado al mostrador a preguntar algo y allí encima alguien se había dejado Decidme cómo es un árbol. También me miraba. Así que me lo he comprado, claro. Éste, en honor a Marta Navarro.

    Digo yo que si no habrán estado juntas estas brujas hoy…

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